sábado, 10 de septiembre de 2011

Sergio Karakachoff (Julio Fernandez Cortés)




Muchos de su tiempo no comprendían cómo era radical, y no entendían cómo hacía para seguir siéndolo. “Reafirmando la vocación humanística y defendiendo las ideas con dignidad militante, recuperaremos la condición de intérpretes de las mayorías. De lo contrario, el radicalismo morirá”. Así escribía, en noviembre de 1971, en el periódico “En Lucha”.



Lo asesinó el terrorismo de Estado. Su recuerdo y su vigencia conceptual no residen en este hecho. Fue ejemplo de militancia: siempre dispuesto, creativo y lúcido a la hora de definirse. Pero, también, un visionario para su tiempo.

Cuando se pregonaba el antiperonismo, cuando muchos convocaban a los militares, cuando el sector financiero se ensañaba con las mayorías populares y socavaba el tejido social, cuando la tentación por las armas se expresaba a flor de piel; en un momento como ése, el Ruso buscaba los denominadores comunes entre las fuerzas populares. Hoy, se asquearía viendo a estos mercernarios del clientelismo que se la pasan traicionando las banderas de la justicia social.

Trabajó codo a codo con dirigentes sindicales y políticos del peronismo. Recuerdo a Raimundo Ongaro, a quienes dirigían el gremio de Farmacia en la Plata y a los del sindicato de Sanidad, fuertemente comprometidos en la lucha contra la dictadura de Onganía y cía y con las banderas populares del justicialismo que tanto traicionan estos sátrapas que hoy dicen representarlas.

Enfrentó y lo pagó con su vida a las patotas sindicales y políticas del peronismo que – cuando llegó la dictadura y antes con la Triple y la CNU - fueron socios de los asesinos. Los mismos que, cuando llegó la democracia, se negaron a integrar la CONADEP y después, pasados lo años se encargaron de cazar leones en el Zoológico, descolgando cuadros de los genocidas...

Defendía la Democracia y los Derechos Humanos, denunciaba al terrorismo de Estado y era abogado de trabajadores y presos políticos. Enfrentó a la dirigencia partidaria peleando por una militancia juvenil comprometida, impregnada de sentido común y en la calle. No de mate y Comité.

Los ideales son los que dan medida de la entrega, del esfuerzo. Son los que no aceptan la claudicación ni el desfallecimiento y permiten tomar distancia de fracasos, si se los considera desde el punto de vista del resultado inmediato, porque son el fundamento de todas las luchas.

La militancia de Sergio dejó huellas que, a través de los años, se convirtieron en un ejemplo a seguir para el crecimiento de las organizaciones que ayudó a construir. Era el que impulsaba el debate constante. Los que crecíamos a su lado aprendíamos que el compromiso era total y para siempre. Aprendimos que la militancia no deja premios personales, que no se la debe entender como un pasatiempo, que no permite apetencias individuales sino el trabajo conjunto y desinteresado para cambiar la realidad.

No era pragmático. Prefería mil veces a un idealista. Los idealistas luchan sin respiro para encontrar respuestas a las aspiraciones del pueblo. Es difícil calcular matemáticamente cuánto de esfuerzo significa la militancia. Pero mucho más lo es imaginar a un timorato, oportunista y entregado a vivir feliz y con la conciencia tranquila mientras su pueblo sufre. Allí nace el compromiso.

Sergio sintió desde siempre ese compromiso y lo asumió. Con sus mejores armas: su aguda inteligencia y su férrea capacidad militante. Compartía nuestra ideología, nos formó en la necesidad de la organización, de la discusión colectiva y aportaba para enriquecerla.

A su lado creció una generación de jóvenes que asumió como herramienta fundamental de su acción al debate, la participación y el consecuente protagonismo. No había necesidad de buscar a Sergio, lo encontrabas en cuanta tribuna se levantara contra la dictadura.

La política, se nos ha dicho muchas veces, despierta las más variadas pasiones. Las más puras y las más impuras. Pero es la que nos ofrece la posibilidad de rodearnos de las más altas dosis de idealismo. Porque aun cuando la realidad nos demuestra racionalmente lo dificultoso de la tarea, el militante seguirá adelante en su camino, sin más armas que su convicciones para transformarla.

Muchas veces también, nos dijeron que no se podía pretender más que lo posible. Hubo quienes lo aceptaron. Sergio decía que si soñamos con una Argentina mejor, no debemos querer solamente lo posible sino, fundamentalmente, luchar para hacer posible lo que queremos y lo que creemos. Hay que agregarle imaginación a lo posible, la creatividad, el ensueño, la originalidad, la decisión y el coraje que son esenciales al espíritu militante e imprescindibles para que los sueños se hagan realidad.

Sergio Karakachoff sabía para qué vivía y también sabía por qué moría. Este no es un simple consuelo; es la reafirmación de que vale la pena correr el riesgo cuando hay un profundo convencimiento. Su vida ejemplar como militante del radicalismo es la que debe perdurar en nuestra memoria. Su voz en las asambleas, su palabra en las reuniones es la que se seguirá oyendo mientras viva un militante de la Juventud Radical.

Tuvo la rebeldía necesaria para resistir el autoritarismo y la violencia. Supo recrear la perseverancia suficiente para servir de inspiración al discurso progresista del Radicalismo del ´83. Supo hacerse de la paciencia que reclama la acción política, y aún más en una época como la que le tocó vivir. Eligió su camino, y fue consecuente hasta el final.

Si estuviera entre nosotros su lucha sería la misma: por los que menos tienen; la liberación del yugo de los especuladores inescrupulosos; la oposición al gerenciamiento de la política; el respeto por la diversidad y la integración política a través de un movimiento que encarne lo mejor de nuestros partidos populares. Tenía una frase: vamos a llegar, por prepotencia de trabajo.

Federico Storani, en su entierro, rodeados de Falcon amenazantes y con la valiente e inolvidable compañía de Anselmo Marini, dijo: “Compañeros: se ha producido el primer ruido, no debemos bajar los brazos”.

Nadie los bajó...por eso hoy vivimos en democracia”. Sergio no hubiera claudicado. Por eso se lo extraña...



Tomado de: http://www.sacudon.com.ar

viernes, 9 de septiembre de 2011

Sin Balbín. Frente al ataúd (Juan Carlos Pugliese)



En estos momentos chocan en nuestros espíritus impresiones contradictorias. Al hacer uso de la palabra en nombre del comité de la Unión Cívica Radical de la provincia de Buenos Aires que, como también para Hipólito Yrigoyen, era su provincia amada, despido los restos de nuestro hermano, de nuestro amigo, de nuestro maestro, de nuestro jefe. Y digo jefe, no en la acepción de mando y subordinación, sino en la acepción que damos nosotros, a aquel de los amigos que sobresale entre los demás, a quien le reconocemos la superioridad de virtudes y llamamos cariñosamente jefe.

Por un lado, me embarga un sentimiento de honda congoja e íntimo dolor ante la desaparición física de Ricardo Balbín, con quien todos compartiéramos tantas horas, tantos días, tantos años de luchas y esperanzas. Y por otro lado, invade mi espíritu una sensación de serena placidez, casi diría reconfortado el ánimo en una melancólica alegría que produce el hecho de que en el momento supremo del tránsito definitivo del hombre que en el país fue llamado el eterno derrotado, alcance el objetivo máximo de su vida, como lo constituye el acercarse a la última morada en brazos del pueblo que tanto amó.

No somos nosotros en este momento quienes depositamos en este ataúd los elogios más elevados, no somos nosotros quienes usamos los grandes ditirambos. Son quienes no pertenecen a nuestras filas, muchos a quienes combatimos y nos combatieron ardorosamente, quienes han agotado los adjetivos laudatorios ante la desaparición de tan insigne personalidad como la de Ricardo Balbín.

Nosotros solamente queremos decir, con la brevedad necesaria de estos momentos, que es impensable la figura de Ricardo Balbín sin la Unión Cívica Radical, no es Balbín quien hace a la Unión Cívica Radical, sino la Unión Cívica Radical la que produce a Balbín, a su historia, su hondo contenido nacional, sus hondas pulsaciones humanas, su lucha por la justicia, su protección al desposeído, su prédica por la paz, el hombre puesto en el centro de las preocupaciones, consideró medios instrumentales a la economía, la educación y la salud pública. Este partido histórico, casi centenario ya, es el que con sus ideales nacionales produce cuantas veces sea necesario estos hombres que hoy glorificamos nosotros y glorifican también nuestros adversarios, transformados por la magia de la democracia en los amigos de la unión de los argentinos.

Esta fue la tarea que se impuso Ricardo Balbín al servicio de la Unión Cívica Radical y de su pueblo. Nadie puede temer, ni siquiera sospechar, mucho menos recelar que la Unión Cívica Radical abandona estas banderas porque haga un alto en el camino para rendir este acongojado homenaje. Ya lo dijo Balbín: “No importa quien lleve el palo, lo que importa es la bandera”.

Y ése es nuestro compromiso de honor. Balbín fue toda su vida un intransigente, un duro, en el mejor sentido de la palabra, porque no es duro solamente quien expresa dureza verbal, sino quien tiene la solidez de vivir de acuerdo con sus principios contra viento y marea, aun usando buenos modos, porque los buenos modos no ocultan ni disfrazan el coraje y la valentía para defender las ideas que ennoblecen una vida como la de Balbín. Y esta intransigencia y dureza se manifestó en sus años juveniles contra quienes pretendían cerrar a los hombres del pueblo y de las extracciones humildes, de nuestras grandes migraciones de principios de siglo, cerrarle la Universidad que la Reforma había abierto para que circulara por ella el aire fresco de la democracia, de la igualdad y del acceso a los conocimientos. Por eso fue un ardoroso reformista, un ardoroso luchador estudiantil y por eso recibió allí las primeras sanciones de su vida.

Luego debió luchar duramente contra las deformaciones de la voluntad popular, el aniquilamiento del sufragio para devolver al país el uso de su soberanía, de sus derechos conculcados, quizá a veces como medio para desconocerle las necesidades más primarias en beneficio de una minoría antinacional y antipopular. Siempre una conducta intransigente y dura. Electo legislador, renuncia a la banca porque sus principios le impiden entrar a una Legislatura por la vía de comicios manchados por los vicios del dolo y el fraude.

Y así continuó su lucha. Cunado creyó y creíamos honradamente que, por aquellas circunstancias de esta minoría oligárquica responsable, hubo una reacción popular que constituyó un gobierno que deformaba las esencias democráticas y que abusaba de su mayoría en detrimento de la minoría, lo combatió con dureza.. pero a medida que pasaron los años, un examen atento de la realidad argentina le permitió al pensamiento lúcido y claro de Balbín reconocer que esta división horizontal que estábamos realizando entre los sectores del pueblo, no tenía como beneficiario a la Unión Cívica Radical, sino a los herederos de aquellas pequeñas minorías oligárquicas que se iban transformando en una nueva oligarquía financiera con la misma capacidad y con menor brillantez de aquella oligarquía a la que habíamos combatido.

Cuando se advirtió que únicamente la unión de las fuerzas populares podía representar un frente suficientemente fuerte para derrotar a esta minoría en número, pero poderosa en recursos y vinculaciones con el exterior, es cuando Balbín se lanza, pagando todos los precios que fueran necesarios para buscar el camino de la unión. La Asamblea de la Civilidad, primero: La Hora del Pueblo, después, intentos que demostraron que existía en el país la posibilidad de sentarse a una mesa para hacer el examen de esta realidad argentina que angustiaba a los partidos populares y a nuestro pueblo a quienes representamos.

Así llegamos a esta última etapa en que Balbín paga otra vez los grandes precios políticos que pagan los grandes y avanza hacia el gran adversario para darle la mano. Y si una puerta del frente no está fácilmente abierta, en aras del país saltamos las tapias de atrás para obtener como beneficio la unión del país entero. Entonces, como dijo Balbín, el país se amigó abajo y hombres que no se hablaban comenzaron a hablarse. Aquella actitud que permitió incluso despedir los restos del “gran adversario” como los de un amigo, dio la base de sustentación para que este último acto de Ricardo Balbín propiciando la convocatoria a todo el país e integrando la multipartidaria que produjo un impacto más allá de nuestras propias especulaciones, señal de que habíamos acertado con el método y con el momento oportuno para producir la posibilidad de encontrar entre todos las mejores soluciones para el país.

Algunos intelectuales que siempre están al servicio de los que pueden pagar, que se llaman a veces a sí mismos filósofos, recuerdan de Balbín la etapa de su violentos discursos contra la deformación de los gobiernos que atentaban contra la democracia. Nunca le reprocharon ni le elogiaron la lucha contra el fraude de la oligarquía, pero dicen que del Balbín de los últimos años es mejor no hablar. Es lógico, porque aquellos que reniegan de un enorme sector de nuestro pueblo porque apoyaron a un régimen extraño a nuestros ideales puros, sobre nuestras concepciones democráticas, no hicieron contra ese régimen más que ir a la plaza a escuchar los discursos de Balbín. No perdona quien no ha sido agraviado, no se reconcilia quien no se ha peleado. Por eso nosotros nos podemos reconciliar en el país, porque con Balbín a la cabeza peleamos; porque con Balbín a la cabeza, nos agraviamos y en este momento ponemos la unión del país bajo la vocación de la fuerza espiritual de la Iglesia que nos llama a la reconciliación nacional y la reconciliación no pude hacerse más que con los contrarios. No la pueden hacer los pseudos filósofos que nunca salieron de sus casas, para enfrentar lo que nosotros enfrentamos y cuando lo enfrentaron era porque estaban heridos sus intereses económicos y no su pensamiento cristiano de defensa de las libertades políticas.

Por eso, cuando nosotros estuvimos en el gobierno, las libertades políticas fueron respetadas. Ni un solo día de estado de sitio y sin embargo, el país creció en porcentaje nunca alcanzado hasta ese momento. Con libertad, nadie pudo quejarse de que hubiera un solo preso político, de que hubiera alguien que no pudiera expresar su voluntad. Sin embargo, ese gobierno que no pudo ser acusado de demagogo, que no pudo ser acusado de populista, ni de facilista, ni de voluntarista, que no pudo ser acusado de corrupto porque la honradez de sus hombres brillaba sin necesidad de elogios ni de palabras, también ese gobierno fue desalojado, por lo que tendremos que advertir que hay una constante que no es entre gobiernos militares fuertes y gobiernos civiles débiles, sino que hay una constante entre gobiernos defensores de los intereses populares y minorías que, desgraciadamente, manejan los oídos de nuestras Fuerzas Armadas e impiden hasta aquí que ellas con nosotros se unan porque las queremos, porque no las consideramos una circunstancia, porque son las Fuerzas Armadas de nuestros país, porque estamos con ellas en la defensa de los intereses nacionales y de la soberanía, ya sea del territorio o de la riqueza nacional, porque queremos bajo la vocación de la Iglesia que se incorporen a esta unión nacional las fuerzas de nuestras armas, que todos pagamos para que en el país se haga el sueño de Balbín: un gobierno del pueblo, para el pueblo y con la defensa de la fuerza necesaria para no ser desalojado por las minorías inquietas que han renunciado al sufragio, porque son capaces de ofrecer una alternativa al pueblo capaz de ser votada mayoritariamente.

Ese es el trabajo de Balbín. Nadie nos lo va a arrebatar, nadie usará a Balbín contra la Unión Cívica Radical. No es Balbín el interlocutor válido que se va y no quedan en este partido interlocutores. La unión Cívica Radical tiene 90 años y en su transcurso perdió líderes de la magnitud de Ricardo Balbín y seguimos andando los caminos de la historia nacional. Hace pocos días, cuando estábamos alimentando el sueño de que el viejo jefe peleara hasta el final y saliera adelante del mal que lo aquejaba, su hijo Osvaldo me dijo que en los últimos momentos de lucidez, le había dicho: “¡Qué lástima, ahora que falta tanto por hacer!”. Este es el mensaje, radicales y hombres del pueblo argentino. Falta mucho por hacer.

Falta completar esta obra a la que han apuntado los cañones desde todas las direcciones, porque este impacto multipartidario hizo salir a la superficie trabajos políticos que se estaban armando y tuvieron que mostrarse al país con esa orfandad de ideas que los caracteriza y con el cinismo de imputarle a los demás carecer de las ideas que ellos no tienen ni le pueden ofrecer al país.

Señoras, señores. No hemos necesitado esta tarde, en nombre del radicalismo de Buenos Aires, recurrir a la hipérbole. No hemos necesitado agotar los adjetivos de nuestro rico idioma nacional, hemos simplemente relatado brevemente una pequeña historia que tiene que hacer reflexionar a los argentinos. No lloramos a este muerto ilustre que nos deja tantas cosas, que nos deja tantos ejemplos, que nos enorgullece y nos llenan de vanidad los elogios que escuchamos de los hombres que enfrentó. Que hermosa vida la del que comienza peleando y termina reconciliado con sus más tenaces adversarios, sin un enemigo, rodeado de amigos y habiendo podido cumplir esta síntesis humana de ser un joven ardoroso, un hermano solidario y orgulloso de sus hijos, un abuelo chocho con sus nietos. Un hombre de esta naturaleza humana, que no tuvo más que familia y vocación política para el pueblo, que debe haber asistido a cuatro o cinco recepciones en su vida, que no gozó de ninguno de los placeres, ni los quiso, que la vida podía darle a los hombres que alcanzan su posición. Este gran ejemplo de este gran tribuno, de este gran demócrata, de esta gran figura, no es solamente un ejemplo, es una orden que nos viene de ahí para que nosotros la cumplamos.

Y si estas banderas no reciben de nosotros los máximos esfuerzos y sacrificios, seremos traidores a la causa del pueblo. Yo digo aquí que no tenemos pasta de traidores y puede dormir tranquilo nuestro hermano, nuestro amigo, nuestro maestro, nuestro jefe, que la lección ha sido aprendida. La juventud enriquece nuestras filas y hoy levanta banderas en torno de su ataúd, banderas que llevarán recorriendo todos los caminos del país, en triunfo, como ya se está anunciando, con la guitarra que él pulsó transformada en estridente clarín de victoria.



Discurso del presidente del Comité de la provincia de Buenos Aires de la U.C.R. al despedir los restos de Ricardo Balbín, en el cementerio de La Plata, el 11 de septiembre de 1981. Trascripción de Correligionario Merlo del libro “Balbín Un Caudillo, un ideal” Editorial Abril. Coordinación de edición Carlos Quirós.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Despedida a Mario Abel Amaya por Raúl Alfonsín



…Venimos a despedir a un amigo entrañable… Un amigo valiente que no sabía de cobardías. Un amigo altruista que no conocía el egoísmo. Un hombre cabal, de extraordinaria dimensión humana, encerrada en un cuerpo de salud precaria. Pero venimos también a despedir a un distinguido correligionario, a un hombre radical, a un hombre de la democracia, que no la veía constreñida a las formalidades solamente, sino que la vitalizaba a través de la participación del pueblo para poner el acento en los aspectos integrales, en los aspectos sociales.



Y venimos también –agregó el Dr. Alfonsín- a despedir a un hombre calumniado, infamemente calumniado, juntamente con otro correligionario que está sufriendo una cárcel que nadie se explica: Hipólito Solari Yrigoyen. Se pretende tergiversar el sentido de la lucha de estos dos extraordinarios correligionarios, cuyo único pecado es pretender solucionar los problemas de los desposeídos, cuyo único pecado es sostener con Yrigoyen la defensa del patrimonio nacional…



Ruego a Dios que haga que el alma de Mario Abel Amaya descanse en paz. Ruego a Dios que permita sacarnos cuanto antes de esta pesadilla, de esta sangre, de este dolor, de esta muerte, para que se abran los cielos de nuevo; que en algún momento podamos venir todos juntos a esta tumba con aquellos recuerdos agridulces y recordar el esfuerzo del amigo y poder decirle que se realizó, que dio por fin sus frutos.



Raúl Alfonsín, 1976



Tomado de Enrique, Pereira (2007). «Amaya, Mario Abel», en Diccionario Radical, post del 21 de septiembre de 2007.

domingo, 3 de julio de 2011

El Romance Elegíaco: En la muerte de Hipólito Yrigoyen - Arturo Capdevila


Visión de la patria mustia:
De guardia a su puerta el pueblo.
Que está agonizando, dicen,
Aquel titánico pecho.
Como señal de verdad,
Grises, nublados los cielos;
El aire, sabor de llanto;
Y la luz, color de duelo.
Que está agonizando, dicen,
Aquel titánico pecho…
Y en eso que entró la noche,
Susurro que avisa: Ha muerto.

Pasó un frío por las frentes,
Un frío de gran misterio.
Cerraron las mudas puertas,
Arriba el balcón abrieron.
Dijo una voz:
- ¡Argentinos!
En este momento ha muerto.
Pasó un frío por las almas;
Fue como un frío de acero.
Canción de patria se oyó.
Después enorme silencio.
¡Era caído el titán
Entre los brazos del pueblo!

Luego, como si llorase,
Estuvo el cielo lloviendo
Aciaga llovizna triste:
Llanto funerario y lento.

Visión de la Patria en vela:
Por toda la noche el pueblo
Volando la oscura calle
Con cirios de un fuego trémulo.
Al filo de medianoche,
Llamas de antorchas al viento.
Gente de hinojos orando
Y el Himno como otro rezo.
No sólo rezan por él;
También por cívicos duelos
En la procesión de sombras
Llorada de cirios trémulos.
El cielo bajó a la tierra;
A la tierra bajó el cielo:
Que así parecen estrellas
Las luces de aquel misterio.
Y una dulce niña rubia
-marfil el rostro sereno,
azules de amor los ojos,
hebras de oro su cabello-
Entre las sombras avanza.
El paso callado y lento
Como viajera sonámbula
Por los confines de un sueño.
Temblando brilla una lágrima,
Temblando en sus ojos buenos.
Todos le abrían camino;
Todos camino le abrieron:
Y pensaban: Es la Patria
Que va llorando a su muerto…
Visión de la Patria en vela:
Cirios y hachones al viento.

Visión de la Patria en marcha.
Por todas partes el pueblo.
Río sin igual la calle,
Cosa sin nombre el cortejo.
Como en barca funeraria,
Como en una barca el muerto.
Ritual egipcio parece
Del sagrado Egipto viejo:
Que el ataúd en que duerme
En hombros lo lleva el pueblo;
En hombros para mecerle,
Para irle meciendo el sueño,
Bien como en barca que flota
Sobre las olas del tiempo.
Visión de la Patria en marcha:
Por todas partes el pueblo.

Sobre las olas humanas
Flota la barca del féretro
Y están vestidos de luto
Sobre la ciudad los cielos.
Así marchan, así marchan
Los soldados de ese ejército
Que hacia la historia caminan
Ya con la gloria del muerto.
No doblan campanas, no,
Ni bate el tambor los ecos.
Corazones, corazones,
Éstos solos van haciendo
De tambores funerarios
Y bronce que toca a muerto.

Por la calle del Callao
Ya quiere entrar el cortejo,
Y el río se vuelve mar
Por la Plaza del Congreso.
¡quién te ha visto y quién te ve,
Plaza de aquel 6 funesto!
Por la calle del Callao
Ya va pasando el cortejo.

Batallones, batallones,
Regimientos, regimientos,
Así fueran ciento y mil,
No formaran este inmenso
Desfile de eternidad,
Que a sus solas forma el pueblo.
Por la calle del Callao
Pasa que pasa el cortejo
Se enluta en crepón el día
Y el himno cantan por rezo.
De esta suerte va pasando
Aquella barca del féretro,
Entre una lluvia de flores
Y un tremolar de pañuelos.

Adios, Señor, que ya vais
Descansando de empeño
de haber soñado grandezas
entre los hombres pequeños.
¡Alza, pueblo! Así dijisteis.
Yo te llevaré muy lejos.
Quiero que se cumplan todas
Las promesas que te hicieron,
Y se te den como mandan
Cien sagrados testamentos,
Las cosas que te legaron
Rivadavias y Morenos…
¡Ay Hipólito Yrigoyen,
De haberlo hecho fuisteis reo!...
Señor de Martín García…
Libertador prisionero…

Y el pueblo lo va llevando;
Y el Himno es salmodía y rezo.
Después se apagan las voces,
Después se callan los pechos;
Y el ataúd pasa entonces,
Entre abismos de silencio,
Bajo ese llover de flores
Y aquel nevar de pañuelos.

Adios, Señor, que ya vais
Soñando el último sueño;
Con la Patria lo soñais
Entre laureles perpetuos.
Se acabaron mezquindades
Y acabóse al fin el pleito;
Aquel pleito que os movían
Los oscuros leguleyos,
Los que decían a coro
- ¡esos alborotapueblos!

Que buen alcalde no fuisteis,
Que mejor lo fueron ellos…
Por eso os movían pleito,
Porque os querían alcalde,
Y Dios no os puso para eso,
Sino por centella viva
Y relámpago del cielo.
El destino que cumplisteis,
De una vez decirlo quiero.
Dios os puso por segura
Señal entre los senderos,
Por tiempo de encrucijada
Sobre la cruz de los tiempos.
Entre naciones en llamas
Pasó con vos este pueblo,
Y en el incendio del mundo
Fue respetado del fuego:
Que así soñabais concordias
Para futuros excelsos,
Pastor de las muchedumbres
Y albacea ante los pueblos
De las cosas que legaron
Rivadavias y Morenos.

Y el ataúd va pasando,
-aquella barca del féretro-
Entre una lluvia de flores
Y un tremolar de pañuelos.

Adios, Señor, que ya vais
Descansando en sueño yerto
De tantos duros agravios
Duros agravios protervos…
Todos los muertos que duermen,
Duermen bien como los muertos,
Con los dos ojos cerrados
En la gran paz de su sueño.
Vos no durmáis como duermen
Su sueño postrer los muertos,
Señor de Martín García
Libertador prisionero…
¡Dormidlo con un solo ojo,
El otro ojo quede abierto,
Para que nadie se atreva
Con el Libro de los Sellos,
Con el Arca de la Alianza,
Con la libertad del pueblo!

Forjadores de cadenas,
Cadenas le prometieron.
Se la quieren ajustar
Sobre los flancos sangrientos…
¡Vos no durmáis como duermen
Su sueño postrer los muertos!

Y el ataúd va llegando
Sobre los hombros del pueblo
Hasta el frío de la fría
Nieve del último lecho.
¡Caed, postrimeras flores!
¡Volad, postreros pañuelos!

Y ahora oíd, ciudadanos,
El mandato de este verso:
Altar de la Democracia,
La casa donde él ha muerto;
Y allá al frente, donde veis
El cabal espacio abierto,
Su monumento mañana,
Todo de mármol eterno:
Un espanto de tiranos
Y una redención de pueblos!


Poema completo trascripto por Correligionario Merlo del libro Musa Civica de Arturo Capdevila. Impreso En 1951.

sábado, 25 de junio de 2011

Excelentísimo señor Vicepresidente de la Nación, doctor Pelagio B. Luna. (Dr. Arturo de la Vega)


“La parca inexorable, que nada respeta y todo lo arremete con su violencia furiosa, acaba de arrebatarnos del seno de la patria a uno de sus hijos mas predilectos, a un invicto y preclaro ciudadano, el Excelentísimo señor Vicepresidente de la Nación, doctor Pelagio B. Luna.”

“El espíritu humano, en sus recogimientos más íntimos, se subleva ante el rigor de las leyes de la naturaleza, y ante la fatalidad y lo irremediable, no puede menos que estallar en una protesta solemne, elocuente y sublime, como blasfemando contra estos designios tan injustos de la Providencia.”

“Pero ¿qué vale la materia ante la inmortalidad de la psiquis?...”

“Señores: el doctor Pelagio B. Luna no ha muerto. Vivirá eternamente en la memoria de todos los argentinos y también de los extranjeros, porque ha tiempo ya que su nombre ha sido grabado con signos indelebles en las páginas de oro del gran libro de la gratitud nacional, como uno de los benefactores más sacrificados por el progreso y bienestar de la patria, como uno de los propulsores más esforzados de las instituciones libres y como uno de los exponentes más elevados de la energía moral en la lucha incesante por el porvenir de las generaciones presentes y venideras.”

“Descendiente de noble estirpe, de familia patricia, supo engrandecer los prestigios de su apellido con una vida austera y ejemplar, en virtudes cívicas y en carácter.”

“En las aulas de la facultad de derecho de la universidad de Buenos Aires se impuso desde los primeros años por su talento e ilustración.”

“Egresado con el título de doctor en Derecho y Ciencias Sociales muy joven, regresó a su provincia, donde su estudio jurídico se destacó como mejor ante sus comprovincianos.”

“Dictó con probada eficiencia la cátedra de Literatura en el Colegio Nacional.”

“En la judicatura desempeñó los principales cargos, desde juez hasta vocal del Superior Tribunal, puestos a los que fue llevado para honor y bien de esta Provincia.”

“Siempre las tareas más difíciles le han sido encomendadas por lo gobiernos pasados a pesar de sus ideas políticas contrarias, porque el doctor Luna para La Rioja era su padre tutelar, consejero del gobierno en las cuestiones arduas de interés colectivo, y consejero del pueblo.”

“Así, representó a la Provincia en sus litigios de límites territoriales con las demás, y cada vez que se trataba de hacer ahí estaba de hacer un bien a la sociedad, ahí estaba el doctor Luna dispuesto a los mayores sacrificios, con tal de ser útil a sus comprovincianos, con una elevación de miras que ha sido proverbial en su persona.”

“Practicaba el culto del bien a los demás, con la misma religiosidad que al Dios de sus sentimientos más íntimos, y en obsequio a ello jamás reconoció obstáculos ni dificultades.”
“Desde el más rico que habita su mansión opulenta hasta el más pobre y humilde que mora en su choza o rancho azotado por el vendaval, han recibido sus servicios y sus consejos, encontrando siempre en él un benefactor gratuito y desinteresado. A todos ha hecho el bien. A ninguno ha hecho mal.”

“No habrá riojano, por más degenerado que sea en sus pasiones, capaz de contradecir esta afirmación que es, en realidad, axiomática.”

“Siempre el desvalido encontraba en él su mano generosa para aliviarse de la miseria y el potentado, al jurisconsulto íntegro, consumado y capaz para defender sus intereses, apartarlo del error y endilgarle por el recto sendero de la verdad.”

“Desde que el radicalismo empezó a bosquejarse en los horizontes del país, desde sus primeros albores, el doctor Pelagio Luna se alistó voluntariamente en sus filas y abrazó la bandera del Parque con el fervor de un convencido y con las esperanzas de un visionario.”

“La idea mater del radicalismo irradió su cerebro lo mismo que los primeros rayos del astro rey destellan primero sobre las altas cumbres, para después derramarse sobre las dilatadas llanuras.”
“Con el estoicismo y la energía de un predestinado, predicó su credo político ante el descreimiento de propios y extraños en las épocas más rudas y positivistas del régimen pasado, haciendo abstracción de toda clase de peligros, como un cruzado de la libertad, como un caballero andante medieval, escudado en su fe y en la austeridad de sus principios.”

“De un extremo a otro de la provincia se cruzó haciendo por su palabra cálida y convincente; y hasta en el último rincón de la montaña era conocido, querido e idolatrado, porque nació para hacerse querer, era un talismán que atraía todas las voluntades. Su verbo de redención a todos convertía.”

“De cualidades indiscutibles de caballero íntegro, la aureola de su honradez y dignidad imponía; y las sospechas maliciosas de sus enemigos más empedernidos, se estrellaban ante las virtudes de hombre ejemplar.”
“Como hombre superior supo darse perfecta cuenta del porvenir de la patria y en homenaje y holocausto a ella, dedicó los mejores años de su vida, sus sacrificios, sus desvelos, el calor de su juventud y su experiencia de estadista, hasta lograr fundar la Unión Cívica Radical en esta provincia y hacerla una fuerza incontrastable y preponderante.”

“Como eximio conductor de muchedumbres, consiguió llevar al partido al éxito más de una vez; y aunque el triunfo le era arrebatado y desconocido por las fracciones contrarias, nunca desmayó ni un momento; siempre se mantuvo firme y luchaba cada día con más tesón, con más entereza, con la paciencia de un misionero.”

“Radical de aristas bien definidas e inconfundibles, de conciencia y de convicciones, practicaba lo que predicaba, alentaba con su ejemplo y su palabra, sosteniendo bien alto el pendón del partido, no defeccionando nunca, ni aún en las mayores adversidades.”

“Enalteció a la juventud honesta, fuerte y capaz y la encaminó por el sendero de la dignidad cívica, librándola de la corrupción de las épocas más crudas del achatamiento político y moral.”

“Ese es el hombre que se va; el que templó su individualidad y la de su agrupación en el crisol de los más nobles renunciamientos, de los mayores esfuerzos y de las más ponderables virtudes; el que admirando en silencio de su pueblo la montaña pétrea y dura que se levanta ante nuestra vista y la dilatada llanura que tranquila se extiende a sus ies,llegó a armonizar en la culminación más pura de su espíritu los ideales más amplios y elevados con las manifestaciones más férreas de su energía moral; el esforzado paladín de las libertades públicas, que con la fe y la seguridad de un visionario, supo conducir a la democracia argentina, con otros prohombres del partido, hacia la realización de sus más nobles aspiraciones y hacia el perfeccionamiento de sus más preciados atributos.”

“El nombre del doctor Pelagio B. Luna atravesó bien pronto los límites de la Provincia y su prestigio flotaba en la conciencia nacional; no hizo escalas en su vida política y como un privilegiado del destino, se levantó de un solo vuelo como las águilas para ocupar la segunda magistratura de la República.”

“Los próceres de Mayo con su espada y con su sangre nos dieron patria, libertad exterior. Los varones de la nueva era como el doctor Luna, Alem, del Valle y otros, con su pluma vibrante, con su patriotismo y con su verbo, han completado esa obra ciclópea, dándonos libertad política, instituciones libres y democracia de verdad, y por consiguiente, la definición de nuestra nacionalidad.”

“La muerte de este ínclito ciudadano es una gran pérdida nacional, que nunca acabará de ser llorada, máxime en las actuales circunstancias, en que el avance borrascoso de las ideas anárquicas amenazan nublar el cielo de la patria.”

“El doctor Luna, como buen organizador, era uno de los capaces de despejarlo, haciendo un gesto de repúblico, porque tenía toda la contextura del verdadero hombre de Estado.”
“Queda su nombre inmaculado como un símbolo tradicional de energías y de altiveces ciudadanas; y ha de tremolar een el ambiente nacional como un emblema de virtudes cívicas, de carácter y de intelectualidad, para honor del país y para ejemplo e inspiraciones de las generaciones futuras.”

“En la cruzada de la reparación y en la cima de la evolución política argentina, su imagen ha de perdurar como el cristo de la redención institucional.”


“Vuelve a descansar eternamente en el silencio de la aldea desde la cual partió, al pie de la montaña que lo vio nacer y la que ha de servir de marco a su sepulcro y a la ciudad de sus ensueños.”


“Doctor Pelagio B. Luna: en nombre de la Unión Cívica Radical de la provincia de La Rioja vengo a daros el postrer adiós, derramando sobre tu tumba las flores más preciosas de nuestra existencia, impregnadas de las lágrimas y del dolor que tu desaparición nos ha causado, para que formen la corona que ha de cubrir tus sienes en tu marcha ascensional hacia lo infinito.”

Justificar a ambos ladosExtraído del libro editado por el Ministerio del Interior “Dr. Pelagio B. Luna Vicepresidente de la Nación 1916-1919 In memoriam”, Buenos Aires, 1920, págs. 125/12. Foto procesada por Alan Pavón y Correligionario Merlo.

sábado, 18 de junio de 2011

Con el esfuerzo común lograremos salvar a la República (Carlos Humberto Perette)


"Para que el futuro se presente promisorio y lleno de luz y de decoro, es necesario que todos, absolutamente todos, estemos dispuestos a convivir en la democracia con los derechos que ella impone. No puede haber democracia solamente para vivir de sus beneficios, pero para renunciar de sus sacrificios. Esta es una hora excepcional del país. Lo hemos recibido en crisis total, y podremos alcanzar la reconstrucción de la República en la medida en que logremos imperar un principio de patriotismo puro y noble que piense en la República y no en simples parcelas. Yo tengo confianza en la civilidad argentina, como en las fuerzas armadas, en las expresiones de la religión, en la universidad, en la cultura y en la juventud argentina.

Confío que el destino será de la democracia: no puede haber otro destino que no sea el destino de la libertad para todos los argentinos. El país no retrocede ni podrá retroceder. Todos debemos estar dispuestos a marchar hacia el progreso, pero en el ámbito de la dignidad humana, del decoro,de la civilización y de la justicia. Nuestro gobierno está dispuesto a convocar a todos los argentinos en esa tarea. Nadie puede renunciar a su deber. Con el esfuerzo común lograremos salvar a la República."



Vicepresidente Carlos Humberto Perette

Diario El Litoral, Lunes 5 de Abril de 1965. Transcripción Correligionario Merlo.

martes, 14 de junio de 2011

Don Hipólito Yrigoyen por Jorge Luís Borges


Razonar esta convicción de yrigoyenista es empresa fácil. Equivale a pensar ante los demás lo que ya ha pensado mi pecho. Yrigoyen es la continuidad argentina. Es el caballero porteño que supo de las vehemencias del alsinismo y de la patriada grande del Parque y que persiste en una casita (lugar que tiene clima de patria, hasta para los que no somos de él), pero es el que mejor se acuerda con profética y esperanzada memoria de nuestro porvenir. Es el caudillo que con autoridad de caudillo ha decretado la muerte inapelable de todo caudillismo; es el presente que, sin desmemoriarse del pasado y honrándose con él se hace porvenir.

Esa voluntad de heroísmo, esa vocación cívica de Yrigoyen, ha sido administrada (válganos aquí la palabra) por una conducta que es lícito calificar de genial. El fácil y hereditario descubrimiento de los políticos era éste: la publicidad, la garrulidad, la franqueza, provoca simpatía.

El de Yrigoyen es el reverso adivinatorio de aquel y es enunciable así: el recatado, el juramentado, el callado, es también simpático. Esa intuición ha bastado para salvarlo de las obligadas exhibiciones callejeras de la política.

Yrigoyen, nobilísimo conspirador del Bien, no ha precisado ofrecernos otro espectáculo que le de su apasionado vivir, dedicado con fidelidad celosa a la Patria.



Jorge Luis Borges, carta a Enrique y Raúl González Tuñon, Buenos Aires, marzo de 1928.Trascripto por Correligionario Merlo del libro "Yrigoyen y la Gran Guerra" de Carlos Goñi Demarchi, José Seala y Germán W. Berraondo.

domingo, 29 de mayo de 2011

Don Amadeo y Don Arturo (Eduardo César Angeloz)



Hubo dos hombres, por sobre todos, que acuñaron limpia e indeleblemente mi formación cívica: Amadeo Sabattini y Arturo Umberto Illia. He releído, mientras ordenaba papeles para la redacción de estas reflexiones, algunos de los discursos y muchos de los textos de sus decretos y leyes, y mi admiración por Don Amadeo no ha hecho sino acrecentarse. Hablar de su honradez es reiterar casi un lugar común. Mencionar su austeridad en el manejo de los dineros públicos es recrear un paradigma. Pero fue mucho más que un gobernante probo. Tenía visiones de un genuino estadista. Es una desdicha que la República Argentina no le haya tenido en la primera magistratura; él, como Lisandro de la Torre, podría haber generado hechos de profunda transformación en la vida nacional. No pudo ser y esta imposibilidad que para uno de esos ejercicios de imaginación de la historia, tan frecuentes en los diálogos políticos: ¿qué habría sucedido si…?
Le faltó, quizás, esa dosis de buena suerte y probablemente un más afinado sentido de la oportunidad. Pero tenía la intuición genial de los grandes. Presento un solo ejemplo: en 1937, fue el primer gobernante argentino (y probablemente uno de los primeros del mundo) que dictó un decreto declarando de interés provincial los yacimientos de uranio y poniendo bajo control del Estado su extracción. Por entonces, el estudio de las posibilidades energéticas y bélicas de este mineral era materia de restringidos círculos científicos de Europa y los Estados Unidos. Él, desde este rincón del planeta, había entrevisto muy nítidamente el papel fundamental que asumiría en el desarrollo de la ciencia y de la técnica de las décadas siguientes.
Tuvo muchas de esas intuiciones. Quede para otro ejercicio de imaginación, para otro ¿Qué habría sucedido si?, una eventual concordancia Perón – Sabattini. Lo que permanece sólido, inmutable, es un aporte a la causa de la democracia, su lección de gobierno progresista, la humildad de su existencia. Para nosotros, los jóvenes que nos aproximamos frecuentemente a él en busca de consejo, constituía cada uno de nuestros encuentros una lección de alta política. Manejaba los tiempos como un consumado ajedrecista; era amable pero también solía tener lapidarias expresiones para con quienes suscitaban su desprecio.
En Arturo Illia no había lugar para la lapidación del adversario; era tanta su grandeza que parecía estar por encima de la miseria de los hombres, aun cuando, en la intimidad, uno podía percibir las desgarraduras de su alma por las claudicaciones de algunos correligionarios o, sobre todo, por el despeñamiento de la patria hacia la decadencia. Tenía una formación sorprendentemente vasta. Era un lector infatigable, y aun en las agotadoras campañas proselitistas, cuando debía recorrer los cuatro puntos cardinales de la provincia afrontando las penurias de los caminos y las incomodidades de los albergues, siempre se daba tiempo para la lectura. Leía y meditaba. Hablaba pausadamente, y lo que aparentemente era un aire adormecido, exteriorizaba otra cosa: el afloramiento de una introspección creativa, densa y cálida a la vez.
Fue de una honradez tan rígida como la de Sabattini, y creo que ha sido el último de los presidentes argentinos que rehusó utilizar el aparato publicitario del Estado. Entendía que el precepto constitucional de la publicidad de los actos de gobierno se cumplía con los mensajes al Congreso Nacional y con el libre acceso de la ciudadanía a los organismos de ejecución de los planes estatales. En éste sentido, ha de recordarse que durante su gestión presidencial se elaboró el mejor de los planes de desarrollo que se hayan concebido nunca en nuestro país. De haberse alcanzado los objetivos en él propuestos otra sería la realidad argentina; muy otra la calidad de vida los argentinos. Pero esto también pertenece al terreno de las conjeturas.
Lo que está más allá y por encima de cualquier suposición es la realidad concreta, vivible, de su trayectoria política, una lección ejemplar. Nosotros, los jóvenes radicales, tuvimos la fortuna de su extraordinaria formación intelectual. Nosotros, los radicales que ya cubrimos la mitad del camino de la vida, tuvimos la fortuna de su extraordinaria experiencia. Formación y experiencia que brindó generosamente, tanto a sus correligionarios como a sus conciudadanos de todo otro signo político. Era su generosidad la expresión social de una amplitud de espíritu, de una limpieza de alma que verdaderamente prolonga en el tiempo aquellas virtudes que Miguel Ángel Cárcano rescató en un pequeño gran libro dedicado al estilo de vida de los grandes políticos argentinos.
Era el temple acerado en un continente suave; la decisión inquebrantable, la integridad sin concesiones que se acrecía en los momentos de duda o debilidad colectivas. Supo ver muy lejos cuando advirtió a quienes clausuraban inicuamente su mandato presidencial que estaban abriendo para el país una etapa de violencia. Y estoy seguro que nunca experimentó complacencia por el hecho de que la historia le diese dramáticamente la razón.

Eduardo César Angeloz.

Extraído del libro “El Tiempo de los Argentinos”, 1987. Trascripción hecha por Correligionario Merlo.

jueves, 24 de marzo de 2011

La búsqueda de la verdad y la Justicia que inspiró nuestra acción (Raúl Ricardo Alfonsín)


La búsqueda de la verdad y la Justicia que inspiró nuestra acción estuvo definida por las siguientes premisas:



1) La violencia que tiño de sangre la década de los años ´70 fue potenciada por un terrorismo de izquierda que, con una visión elitista de la transformación social, no reparó en cometer los más aberrantes delitos en persecución de un programa acción demencial.

2) El combate armado a ese terrorismo de izquierda con el uso de fuerza proporcional a la amenaza inminente estaba moral y jurídicamente justificado, pero no lo estaban de ningún modo el secuestro, la tortura y el asesinato clandestinos. En ningún caso se justificaba acudir a la misma metodología del terrorismo para combatirlo. En definitiva, eran los principios que se alegaba defender los que resultaban vencidos a través de ese accionar.

3) Los actos más atroces cometidos por uno y otro tipo de terrorismo debían ser juzgados por una Justicia independiente y, si así ella lo decidía, penados, no tanto con fines de retribución sino con el objetivo preventivo de que nunca más grupos de individuos con acceso a las armas supusieran que estaban por encima de la ley y pudieran decidir impunemente sobre la vida y la muerte, la integridad física, psíquica y moral de sus semejantes.

4) Como ya lo señalé, ese objetivo debía cumplirse sin arriesgar la estabilidad de las instituciones democráticas, que es la mejor garantía contra la recurrencia de episodios análogos. Ello requería tanto una limitación del tiempo de los procesos como del universo de responsables.

Queda claro, entonces, que todas las iniciativas dirigidas tanto a promover como a limitar los procesamientos y las responsabilidades estuvieron determinadas por los objetivos enunciados de prevenir la repetición de episodios atroces en la medida necesaria para no poner al mismo tiempo en peligro la estabilidad del marco institucional.

Aquellos que critican nuestras iniciativas para limitar el juzgamiento y eventual condena a los responsables adoptan una concepción absolutamente retributiva de la pena, según la cual es un deber moral penar todo delito y, si no se lo hace, se comete una injusticia tal que no puede ser compensada por ningún otro beneficio social.

Para quienes, por el contrario, sostenemos que esta concepción de la pena es difícil de justificar desde un punto de vista racional: las prácticas punitivas se justifican moralmente en tanto y en cuanto sean eficaces para prevenir que la sociedad sufra males mayores.

Nuestro sentido común parece apoyar posiciones que tengan tanto en cuenta la vinculación entre el hecho criminal en sí mismo cometido por el agente con discernimiento y voluntad y el merecimiento de la pena, por un lado, así como las consecuencias sociales de aplicar esa pena, por el otro.

Sería irracional imponer un castigo cuando las consecuencias de esa imposición, lejos de prevenir futuros delitos, podrían promoverlos o causar perjuicios sociales mayores que los que ha causado el propio delito o su no punición.

La pena es en última instancia un instrumento, no el único ni el más importante, de formación de la conciencia moral colectiva.

Tanto la revelación de la verdad por medios fidedignos, como lo es un proceso judicial imparcial, como la condena moral sirven, al igual que la imposición de penas, para que se internalice a través de la reflexión pública cuáles son los límites de las conductas que la sociedad está dispuesta a aceptar. Por supuesto que para ello las leyes que prevén las penas a aplicar deben ser legítimas y no parece haber otra fuente de legitimidad que la que surge de la discusión y decisión democráticas, que aseguran la imparcialidad determinada por la consideración igualitaria de todos los intereses y opiniones en conflicto.

Otro punto de vista, consiste en sostener que, dado que la responsabilidad por este tipo de hechos está tan extendida, ya que comprende no sólo a los miembros de los grupos terroristas sino también a toda la sociedad que incitó, encubrió o simplemente silenció los hechos en cuestión, ella finalmente se diluye. Aunque es obvio que no todos fueron responsables, y aun entre quienes sí lo fueron, existen distintos grados de responsabilidad.

Pero las teorías no meramente retributivas de la justificación de la pena admiten que se renuncie a penar a responsables de acuerdo a consideraciones como las consecuencias para la sociedad. Es importante señalar que esa renuncia no se hace en reconocimiento del presunto derecho de la persona beneficiada por ella, y en consecuencia no hay una exigencia de igualdad de extender a todos quienes se encuentran en la misma situación.

Las medidas adoptadas tanto para permitir, impulsar y circunscribir el juzgamiento y eventual condena de las aberrantes violaciones a los derechos humanos no estuvieron inspiradas ni por un resentimiento o espíritu de venganza ni por un juicio complaciente, sino por el firme propósito de afianzar la vigencia de los principios éticos que constituyen el fundamento del Estado de Derecho y del sistema democrático.



Extraído del capítulo “derechos humanos” del libro “Democracia y Consenso” de Raúl Alfonsín, marzo de 1996. Trascripción Correligionario Merlo.

Acerca de la Violencia - (Sergio Karakachoff)


"El propio Presidente de la Nación sostuvo hace pocos días en Puerto Iguazú, en el confín de la República, que en Argentina rigen plenamente los Derechos Humanos, denunció también una campaña de difamación contra nuestro país en el exterior.

Cabe frente a esto preguntarse: ¿Quiénes difaman? ¿Los que matan o los que denuncian las muertes?

La preocupación del General Videla es loable, pero requeriría un mayor empeño –y no decimos que no lo haya, pero es obviamente insuficiente- para aprehender a los culpables del desprestigio internacional del país y de la conculcación evidente de los Derechos Humanos.

La necesidad de frenar el deterioro de la confianza ciudadana mediante una firme conducción, que devuelva al Estado la plenitud de los atributos que lo caracterizan, ha sido reiterada desde diversos medios de opinión. Y ninguno de ellos puede siquiera ser sospechado de concomitancia política o ideológica con la otra forma de terrorismo.

Esta coincidencia de criterios surge de la atenta lectura de sendos discursos del Presidente, 30 de marzo ("sólo el Estado habrá de monopolizar el uso de la fuerza"); del comandante de Aeronáutica, Brigadier Agosti ("que el monopolio de la fuerza sea ejercido por el Estado y puesto al servicio de los intereses permanentes de la Nación") y –en definitiva- del jefe supremo de la Marina de Guerra, que en posterior declaración hizo suyos los conceptos del titular de la Aeronáutica.

Todos de acuerdo en los conceptos. Falta que las acciones se encaminen a la concreción de los mismos. Es el clamor popular. Es la única salida. Caso contrario nadie tiene derecho a quejarse de pretendidas campañas difamatorias.

Por otra parte, la falta de difusión de diversos hechos –y los nombres que no se han dado de los muertos de Pilar son unas entre tantas omisiones- pone una sombra de dudas sobre el real propósito del gobierno de terminar con esta lacra. ¿Por qué no se publican estos datos?

¿A quién se beneficia con el silencio? Sería bueno que el Presidente de la Nación dedicara aunque más no fuera, breves conceptos a responder estas acuciantes preguntas. Los ex legisladores de la UCR han aparecido. En un confuso episodio se los rescata por parte del Gobierno, de manos de delincuentes a los doctores Solari Yrigoyen y Amaya. Y como corolario de este lamentable episodio, ambos son arrestados y puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

¿Quién los tuvo? ¿Para qué los tiene ahora? ¿No los rescataron de manos de delincuentes? Esperamos también una respuesta a esto.

El secuestro de los ex legisladores de la UCR, Hipólito Solari Yrigoyen y Mario Aabel Amaya, juntamente con la aparición de 30 cadáveres dinamitados en la localidad de Pilar, a pocos kilómetros de la sede del Gobierno Nacional, han sido los picos fundamentales de la escalada terrorista de los últimos años.

Pero hay otro que nunca ha tenido baja alguna, ni mucho menos aún, siquiera un apresado o detenido. Y no cabe duda que este terrorismo hace más daños al país que el otro, el definido y perseguido. Porque aquél –el que secuestra a los legisladores radicales, entre otras muchas personas-, es el que siembra la duda sobre la real acción de las Fuerzas Armadas y de Seguridad a favor del orden y la paz perturbadas.

Recientemente, el Episcopado Argentino se ha reunido, con la presencia del representante papal, para pedirle el esclarecimiento de los hechos que también han costado la vida de varios sacerdotes en Buenos Aires y La Rioja, y también para manifestar todos los hechos similares ocurridos en el país."



* Artículo redactado por Sergio días antes de ser asesinado, y publicado en el N° 2 de "La Causa".

miércoles, 23 de marzo de 2011

...y don Marcelo cruzó la planchada, grave el gesto, altiva su mirada y solemne todo él (Mario M. Guido)


De pronto, como a las 10, corrió una orden:”todo el mundo listo en diez minutos, para trasladarse al Golondrina”. La repetían los mozos de a bordo, y algunos comedidos. ¡Cómo! ¡Diez minutos! ¿qué es eso? ¿Estaban militarizados? ¿Nos manejaban como a tropa? Alvear, que iba o salía del baño, oyó eso o se lo dijeron; el caso es que lanzó una violenta y sonante protesta a base de unos carazos que hacían crepitar los pasillos. Lo cierto es que empezábamos a sentir el despotismo del lenguaje militar. El Golondrina se apareó al Artigas, nos acercamos todos a la planchada que se improvisó, y empezamos el trasbordo, valija en mano y por orden de llamada. Un oficial de la Armada, cantaba los nombres de una lista. Era el recibo de los “presos”. Amontonados en el avisito éramos 98; empezamos a vislumbrar el porvenir. ¡A la isla! Vieja conocida del radicalismo que albergó durante la dictadura a Yrigoyen, 18 meses; y a Alvear y Güemes, cuatro meses y medio. ¿Habría lugar para tantos, ahora? Entre conjeturas y preguntas, despegó el Golondrina y puso rumbo, dando una larga vuelta, al muellecito de acceso. Pasadas las doce, atracábamos. El señor jefe de la Isla, no está en el muelle. Decididamente, no nos ha considerado muy ilustres. Hay un teniente de navío, que dicen que es el 2º jefe. Un camión con marineros armados a máuser con bayoneta calada y dos camioncitos vacíos. Empieza otra vez la entrega y recibo de los “presos”; desde tierra nos llaman por lista. Parte el primer camión con quince, detrás el camión armado y por último el tercer camión con las valijas. Quedamos esperando largo rato, coligiendo que el alojamiento debía estar lejos de la costa. Alguien averiguó que en la noche habían llegado de Buenos Aires “comodidades” para ciento cincuenta y que toda la noche se había trabajado en la preparación de nuestro alojamiento. Todos nos preguntamos si a Alvear también lo conducirían en el crujiente camioncito. No podíamos admitir que se guardara tan poca distinción a un ex presidente. Pronto salimos de la duda. En la tercera tanda gritó el oficial: ¡Marcelo T. de Alvear!, y don Marcelo cruzó la planchada, grave el gesto, altiva su mirada y solemne todo él, como enfrentando la grosera humillación en silenciosa pero altanera protesta. Todos le aplaudimos hasta que llegó al camión. Y en silencio recogido, le vimos apoyar su bastón contra una tabla o banco, abordar con cierta dificultad el carromato, rechazando a los que, ya adentro, hacían ademán de ayudarle.



Mario M. Guido, extractado de su libro “Memorias (1935 - inédito). Trascripción Correligionario Merlo.

domingo, 27 de febrero de 2011

Tenemos que cubrir los pizarrones del país de buenos ejemplos (Raúl Ricardo Alfonsín)


Mañana miles de chicos en todo el país comenzarán a escribir en las hojas en blanco de sus nuevos cuadernos una página muy importante de la historia argentina: comienza un nuevo año lectivo en democracia; por las puertas de la escuela transitará una esperanza nueva.

Pero la responsabilidad no puede faltar a clase, y eso es tarea de todos.

Responsabilidad del alumno hecha para abogar por la causa de la paz y esfuerzo en el aprendizaje cotidiano; responsabilidad del maestro para que con la dedicación que todo el mundo le reconoce procure formar ciudadanos dispuestos a servir a la Nación; responsabilidad de los padres, para que colaboren con los maestros y a través de esa colaboración permitan que nos olvidemos todos de la desidia de ayer; y responsabilidad fundamental de los gobernantes, que nos hemos comprometido a hacer de la educación nacional el instrumento privilegiado para brindar la igualdad de oportunidades a nuestro pueblo. Tarea en la que hemos estado sin descansos desde el primer día de gobierno, porque no hemos querido tomarnos recreo, porque hemos pensado que tenemos que cubrir los pizarrones del país de buenos ejemplos.

Pensamos en aquellos chicos que mañana cambiarán la tibieza de la mano de mamá por la ternura de una mano de maestra con orgullo de tiza entre las uñas. Tal vez entre ellos haya alguno que comience la carrera hacia la presidencia de la Nación.

Pensamos también en quienes, más adelantados, terminan su bachillerato o su carrera universitaria, y aspiramos a que en este año que entra, en este año de la educación democrática, les entren ganas de salir a servir, de salir a recorrer el país para sembrar todo lo que han aprendido durante su carrera.

También mañana maestros y profesores tendrán la oportunidad de reavivar el fuego sagrado de su vocación.

Ellos saben, todos sabemos, que la educación, aún desde el punto de vista económico y social, no ha logrado el nivel de justicia que es indispensable para nuestro país.

Pero todos comprendemos que solamente a través de la educación, a través del esfuerzo que debemos realizar en el campo de la educación, es como vamos a servir realmente a la dignidad del hombre.

Queremos todos, maestros, profesores y el pueblo en general, el gobierno también, por supuesto, una educación insertada en un proyecto cultural auténticamente nacional que sirva a la igualdad y a la dignidad del hombre.

Cuando mañana se icen las banderas que anuncian el primer día de clase, estará en realidad flameando una certeza en la Argentina: la seguridad de que la educación será la protagonista fundamental de nuestro futuro, y a través de ella lograremos los cambios sociales que afiancen la justicia.

Procuremos todos trabajar y esforzarnos para pasar juntos de grado, para que la Argentina se reciba para siempre de República.

Mensaje del Sr. Presidente de la Nación Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, con motivo de la iniciación del primer ciclo lectivo en la Democracia recuperada, el día 11 de marzo de 1984. Trascripción de Correligionario Merlo del libro “Discursos Presidenciales” producido por la Secretaría de Información Pública, Dirección General de Difusión. Octubre de 1984.

sábado, 29 de enero de 2011

Illia, no sólo un médico rural, un investigador de primer orden (Agustín María Barletti)


Pocos conocían las investigaciones encaradas por Illia en el terreno de las afecciones endémicas. Si bien lo veían partir muchos sábados al alba portando una caja de madera plena de coloridos frascos y vidriosos tubos, casi nadie se había atrevido a interrogarlo, con excepción de Fermín, un chango vivaracho y con el pelo revuelto.

-¿A dónde va con tanto chirimbolo don?

- A pelearme con los bichitos malos que enferman a los chicos como vos.

El interés de Illia por este tipo de enfermedades se remontaba a sus tiempos de estudiante, cuando el amanecer lo sorprendía libro en mano devorando cuanto conocimiento se le presentaba sobre la materia, para cuyo fin había traspasado las acantonadas trincheras permitiéndose sospechar el inglés, como el francés, el alemán y el italiano. En Cruz del Eje pudo constatar hasta qué punto la realidad podía mofarse de las más depuradas teorías. Sucede que hasta allí, se creía que enfermedades como el paludismo eran endémicas de las zonas bajas, anegadizas, pantanosas y de grandes lluvias, mientras que en esa región, con un promedio de precipitaciones relativamente escaso y sin la presencia de pantanos, el mal se propagaba con extraordinaria facilidad.

Como primera medida y para saber exactamente en dónde estaba parado, había realizado junto al Consejo Provincial d Higiene un completo censo sanitario rastrillando toda la zona. En Pichanas encontró al 70 por ciento de la población atacada de tracoma, junto a la abundante presencia de gérmenes pertenecientes al Chagas (enfermedad desconocida hasta entonces en Córdoba); el dispensario de Cruz del Eje revelaba haber atendido 2000 casos de paludismo y una decena de fiebre de Malta, entre la ciudad y los circuitos de Media Naranja, Los Sauces y El Brete; y el Departamento de Minas también registraba casos endémicos de paludismo desde hacía muchísimos años, pero sin asumir la proporción extraordinaria de Cruz del Eje.

-¿Cómo es posible esto? –se preguntaba sin respiro.

Necesitaba saberlo cuanto antes. El mal tendía a propagarse como un reguero de pólvora y para aguijonear el destino, se había propuesto recordar de manera permanente el caso de la escuelita provincial de Pichanas con una asistencia diaria de 100 alumnos, 60 de los cuales estaban atacados de tracoma, enfermedad altamente contagiosa. Juramentó encallecer sus nudillos a fuerza de golpear cuanto despacho administrativo encontrara a su paso. Visitó hasta el hartazgo el escritorio del doctor Stucker, Consejero Provincial de Higiene. Pero a fuerza de plantones y amansadoras, comprendió que era un incomprendido y que debía develar por él mismo un acertijo que le carcomía los sesos.

-Como en todas partes, el mosquito anópheles nace en los pantanos –le decían los dueños de la verdad-.

-Están equivocados si se quedan en la antigua teoría de los pantanos -replicaba-

-Parece que el joven doctor quiere sentar nuevas teorías –le respondían con tono burlón-.

Para consolarse ante tanta sordera, recordó el día en que llegaron a sus manos las ponencias presentadas ante la Academia Brasileña de Ciencias en 1909 donde Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas también había sido acusado de inventar una enfermedad endémica para elevar su propio prestigio.

El primer hombre que acarició su memoria fue el doctor Alois Bechman, autor de un libro que logró hurtarle el sueño en sus épocas de estudiante. Lo había rastreado como un sabueso husmeando por claustros y pasillos de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, hasta encontrarlo apoltronado en un sillón, durmiendo una siesta de muerte en la sala de profesores.

- Necesito la ayuda y la luz de su conocimiento –le dijo sin siquiera presentarse-.

- Espera, no se quién habla, ni de qué habla –respondió el catedrático apartando las redes de su ensueño-.

- Discúlpeme, tiene usted razón doctor Bechman, -reconoció, mientras su brazo extendido le acercaba un puñado de papeles celestes con las puntas ajadas de tanto entrar y salir del maletín-.

Los tomó y como una sorpresa que aniquiló los últimos vestigios de la modorra, depositó sus ojos en la primera foja: “Investigaciones referentes a las enfermedades endémicas en el Noroeste de la Provincia de Córdoba. Primeros resultados. Doctor Arturo Umberto Illia”.

- Con que esas tenemos jovencito, pero dígame, ¿qué lo impulsa a investigar este tipo de males en lugares secos y sin pantanos?

- ¿Usted también me ataca con este argumento? Pues sepa que investigo justamente porque se están difundiendo de forma notoria en lugares secos y sin pantanos. Necesito la ayuda y la luz de su conocimiento –repitió esta vez con un tono de súplica, mientras la vista de Bachean seguía paseando por el informe-.

- Dime, ¿en qué puedo ayudarte? –afirmó decidido-.

- Venga unos días a Cruz del Eje para ver sobre el terreno mismo este flagelo. Le digo más, parto en el tren de las nueve de la noche.

- Entiendo tu ansiosa sinceridad, pero la tiranía de mi agenda no me otorga tanta libertad.

- ¿Tal vez podría ser en el tren de la mañana?

- Tampoco –respondió con una sonrisa a flor de labios. Sacó una diminuta libreta negra de su saco e inició un acompasado vals con el balancear de las hojas hasta detener los acordes en el 15 de febrero de 1933-. Si en dos semanas exactas no estoy allí es porque la muerte sorprendió mis huesos.

- No diga eso doctor. Lo estaré esperando en la estación… -salvo que sea mi osamenta la sorprendida por la muerte, pensó-.

- Tres días estuvo el doctor Bachean acompañando a Illia en su peregrinaje de fe. Recorrió curvas y remansos del río; visitó enfermos y conoció cada rincón de cada uno de los dispensarios erigidos a fuerza de coraje y solidaridad.

- No me explico cómo con tan escasos recursos han podido hacer una campaña tan eficaz, -reconoció sorprendido-.

- No se olvide que contamos con la comunión de nuestro pueblo –explicó Illia-. Si hasta los enfermos ayudan.

- Deberías juntarte cuanto antes con tu alma gemela –agregó Bechman-, está en Jujuy luchando a brazo partido contra los mismos fantasmas. Es el doctor Salvador Maza, yo le escribiré contándole de tus investigaciones. Fue terminar de redondear la frase y encontrarse frente a hoja sobre lapicera.

- Tome doctor, escríbale ya mismo que si despachamos la carta desde Cruz del Eje habremos de ganar un tiempo precioso.

Y otra vez la sonrisa de Bachean cediendo ante las presiones de su inquieto y joven colega. Cuando dos meses más tarde estuvieron frente a frente, concedieron cabal peso la premonitoria sentencia de Bechman. Eran dos corazones que latían a un mismo ritmo, dos integridades tras un mismo sendero.

- Fíjese doctor, durante tres o cuatro años me hundí hasta el pescuezo buscando en las lagunas del Norte y llegué a la conclusión de que mis esfuerzos eran completamente ineficaces contra el paludismo. Estoy convencido de tener la solución frente a nuestras propias narices, está en los ríos jujeños los que por otra parte son similares al que veo frente a mí.

- ¿También son de lecho arenoso y con crecientes periódicas producidas por las lluvias, como éste de Cruz del Eje? Pues eso es fantástico para avanzar en nuestras investigaciones.

A partir de allí Mazza e Illia entendieron que ya no valía la pena dormir, ni comer, ni sentir. Sólo los movilizó el inconmensurable deseo de salir airosos de tan compleja encrucijada.

El ardor del verano cruzdelejeño ya no escaldaba sus cuerpos, el polvo arremolinado y furioso ya no atoraba sus pulmones, el sol del poniente ya no vaciaba sus ojos.

Edificaron piedra sobre piedra hasta que su construcción tomó la forma de un monolítico bloque de granito. Lo habían ratificado con la mayor de las certezas un día después del diluvio del 9 de julio, cuando el rugir del torrente celestial pareció sumarse al cumpleaños de la Patria.

Al dejar de llover habían comprobado sus sospechas: el río, a pesar de mantener un hilo plateado en el centro, conocía la formación de pequeños estancamientos de agua en sus partes más anchas. El mosquito anópheles, que proliferaba solamente en aguas limpias, tenía allí su morada.

Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. Con los estudios en mano, comprobaron que el paludismo siempre había comenzado en las casas cercanas al río para sembrar desde allí su negro terror.

- teníamos razón Arturo, no es en los pantanos, sino en todo el río que debemos combatir la enfermedad,

- Así es Alberto, la solución pasa por canalizarlo y evitar la formación de los fatídicos remansos.

La teoría no poseía la más mínima fisura. Sin embargo hubo que esperar hasta el año 1936 para comenzar en serio con la canalización. Fue en un debate parlamentario cuando la Cámara alta cordobesa decidió votar una partida de 3000 pesos mensuales para estos menesteres, a instancias de un proyecto presentado por un senador departamentos por Cruz del Eje, que curiosamente llevaba el nombre de Arturo Umberto Illia.



Extractado del la novela histórica “Salteadores Nocturnos” de Agustín María Barletti, febrero de 1998. Trascripción Correligionario Merlo.

miércoles, 26 de enero de 2011

"Lo de Tucumán" (Carta de Ángel Gerardo Pisarello al Presidente Arturo Illia)


San Miguel de Tucumán, mayo 25/1963

Doctor Arturo Illia

Hotel Savoy

Capital Federal

Estimado correligionario:

Omito, en homenaje a la brevedad los elementos económi­cos, sociales, políticos y culturales que integran o totalizar dicha es­tructura. Sobre todo por cuanto considero a Ud. advertido cabalmente sobre la composición de la misma. Sólo le señalo que en Tucumán los caracteres de los elementos que componen dicha estructura se advier­ten con mayor cuan dramática claridad; odiosa soberbia de quienes ejercitan, desde los años de la constitución, una autoridad o mando que se fundamenta, exclusivamente, en la explotación humana. Nuestros paisanos de Tucumán -en millares, más de ochocientos- expresan sus vidas en una desoladora y triste similitud con el débil cuanto rico tallo de la caña de azúcar. Ambos cultivados con la misma primitivez y ambos sustentando los pilares en que se asientan su autoridad y mando las expresiones parásitas de muy pocos que apenas se cuentan en singu­lares unidades.

No es extraño, en consecuencia, que los partidos políticos deban corresponder a aquella composición: esto es muy claro. Ha de ser consecuencia también que esos partidos políticos se expresen a travez de una autoridad o mano que se transfiere desde los esquemas de la organización general mientras sus afiliados -en registros lógicamente inexpresivos- sólo se utilizan para soportar las estructuras de los órga­nos que concuerden con quienes a su vez, se sirven de ellos para desa­rrollar y afianzar un sistema de vida injusto desde el punto de vista de la dignidad humana.

Por la razón que le apunto, en Tucumán los partidos políticos concluyen por ser "meras agrupaciones transitorias, sin consistencia en la opinión, sin principios ni propósitos de gobierno"; así, exactamente, como lo apreciaba Yrigoyen -en el orden general- allá por 1905.

El juicio respecto de los partidos políticos actuantes en Tucumán no excepciona a la Unión Cívica Radical. Por vía de esta afirmación es fácil comprender la razón de ser esta provincia el asiento del "concurrencismo" cuando nuestros padres, drenaban por su vena mayor el dolor -orgulloso dolor- de la cárcel donde pagaban el precio de la "abstención"; es fácil comprender -oteando historias contemporáneas ­como desde Tucumán electores, invocando la representación de la Unión Cívica Radical, daban sus votos en favor de la fórmula Justo-Matienzo; es fácil comprender de qué manera los gobiernos de la Unión Cívica Radical resultan progresistas en medida mayor cuando mayor fue su auspicio favoreciendo a los intereses de la mentalidad esclavista de los dueños (no digo propietarios ya que ello equivaldría al ejercicio de un derecho legitimo) de las fábricas azucareras; es fácil comprender el drama de Juan Bautista Bascary o la tragedia de Octaviano Vera; es fácil comprender por qué razón en Tucumán se “lauda” sobre el resul­tado de cualquier problema sometido a la elección, sobre todo cuando el resultado corresponde a las mayorías. En síntesis, vigencia de la injusticia y la arbitrariedad; pero además, de lo absurdo... desde el punto de vista radical, al menos.

Oponerse al sistema da idea cabal de sacrificios supremos. Quie­nes lo intentan conocen de antemano su destino corto por lo personal. Es decir que deben ser hombres -cuánto menos- abroquelados en ideas cuya claridad no admita dudas. Víctimas explatorias, sirviendo al des­tino infinito del Pueblo donde se computa el del paisano, de sus hijos, de los nietos... infinitamente.

Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, aún conociendo mi des­tino personal, emprendí la tarea con la más absoluta y firme convic­ción. Al final no hacía sino recoger viejas banderas; sólo necesitaba asta. Cuando lo recuerdo, no pretendo hacerme depositario de las ban­deras; en todo caso, me basta con haber sido hasta necesario -por ello útil- nutrida la materia que la compone con ideas que aún bailan al compás de emociones comunes, primarias de aquellas que se alimentan con una larga lágrima que sorbida restituye el evangelio redimido del pecado -si se cometió- y por ello mucho más puras.

No es tarea que resulta personal. Muchos miles -de aquellos que en Millares suman más de ochocientos- sirvieron a la intención. Gene­rarnos el asiento o punto de partida. Pero se advirtió la presencia de elementos que, finalmente, irían a poner en peligro la organización estructural que sostiene la injusticia, la igualdad negada e incluso la esclavitud como sistema. Y lejos de enfrentársenos -lo habría sido, por supuesto, la negación de su historia- acometieron el abordaje.

Recién hoy puedo afirmar categóricamente: aceptar su compa­ñía en la Unión Cívica Radical fue nuestra derrota. Minoritarios, es decir, frutos naturales del sistema del que provenian, o no, dieron validez a las expresiones mayoritarias del voto en los comicios internos, o simplemente, negaron valor o trascendencia a las convocatorias que decidieran, por mayoría, quiénes debían gobernar poniendo el esfuerzo sin par en la tarea de demostrar la "ineficacia" del sistema, ya que -en todo caso- se trataba de elegir hombres para el ejercicio de los cargos. Para ello, parecían radicales -sin serlo- cuidando muy bien de "mostrar" sus ideas... Al contrario, se confundían con las nuestras.

Desde lejos -es distancia ponderable la de casi 1.500 kilóme­tros- "lo de Tucumán" es una lucha de predominio personal donde se utilizan armas que "desjerarquizan nuestra condición radical". Desde lejos, NADIE intentó siquiera poner sus oídos junto a la tierra para escuchar los mensajes que podían expresarse de otra manera -lo que en alguna medida se hizo- a través de larguísimas peregrinaciones en "que los tucumanos llegaban, otra vez, con sus problemas personales".

Aliados del tiempo y la distancia, tomaron asientos en lugares predominantes de la dirección partidaria aquellos de la "concurren­cia", partidarios de Justo, o "laudistas" y aunque de tiempos no iguales, herederos de aquellos a quien Yrigoyen había señalado como "res­ponsables de las mas punibles irregularidades políticas".

Se nos manda "arreglar" con ellos. Y lo hacemos –asumiendo la responsabilidad que nos corresponde- porque las desgracias de la República no admiten el diálogo esclarecedor, o quizás, porque alienta nuestra esperanza de ser protagonistas del cierre de un proceso que no resiste ya examen... y que al cerrarse hace posible que nuevos hombres recojan las banderas que recogimos nosotros hace 20 años -y sobre la experiencia dolorosa de nuestras frustraciones- comiencen cavando los cimientos de una nueva -o vieja- construcción en cumplimiento de los enunciados del evangelio partidario de cuyo catecismo Yrigoyen y don Amadeo hicieron su libro mayor.

De allí -del libro mayor- extraigo: "Desviar el rumbo a mitad del camino, importa en todo momento renuncia a ideales que el patrio­tismo ha inspirado y malgastar las fuerzas que a su sombra se abrigaron; el poder, a pesar de ser uno de los medios más eficaces para hacer práctico un programa, no es el fin a que se puede asociar un partido de principios, ni el único resorte que pueda manejarse para influir directa­mente en los destinos del país".Cuanto transcribo lo aprendí de Yrigoyen: "Encarrilar dos opi­niones políticas que han revelado diversa tendencia es una transgresión a su fe política y no sólo ello sino neutralizar dos fuerzas que se rechazan, acercar elementos para-producir entre ellos la anarquia, esterilizar sus iniciativas y lo que es más grave, extraviando el criterio publico: se corre el riesgo de que el partido Radical se descalifique para siem­pre ante la opinión". La verdad es que, en cuanto a nosotros -en Tucumán­, "no nos hemos congregado con este. fin, ni ha sido ésa nuestra mi­sión".

Finalmente, una "reserva de derechos" sin conocerse los funda­mentos en que sustenta habría sido poco seria. Ello exigía mis puntos de vista hechos públicos. Nos allanamos a servir un proceso electoral y nada más; no hay en esto transacciones porque el precio con que se nos premia lo constituyen dos valores absolutos: uno, el cabal conoci­miento del hecho y sus consecuencias que los medimos con la Nación malherida a la vista; y el otro, la cordialidad y el afecto con que los radicales alimentamos vigorosamente saludable compañía de gente amiga que, nos convoca.

Afectuosamente, su amigo

Angel Pisarello

martes, 25 de enero de 2011

Caíste, Hipólito Yrigoyen, en 1930… (Roberto Bosch)


Hipólito Yrigoyen:

A los manes de tu sombra augusta, al pie de este santuario de la democracia argentina, pido la inspiración necesaria para rendir, con mi modesta palabra, el justo homenaje a tu memoria, en nombre de la tendencia auténtica del radicalismo del país, representado por “Cruzada Renovadora”, con cuya jefatura me honro, asumo a la vez, toda la responsabilidad de mis expresiones ante el país, las instituciones y las personas.

Soñador avanzado de una generación argentina, fuiste el apóstol de una convicción latente en el espíritu nacional, a la que después de larga y dura brega, supiste convertir en una realidad democrática por legítimo imperio de la “libre y espontánea de la libertad del pueblo”, siempre sojuzgada por la arbitrariedad de las tiránicas oligarquías nativas al servicio del interés extraño.

Esta conquista –que fue tuya Hipólito Yrigoyen- pese a quien pese y cueste lo que cueste, no podrá ya ser renunciada jamás por esta generación ni por las venideras, porque es radical del propósito de Mayo y es herencia popular, tan gloriosa, que renunciarla sería condenar lo más caro de nuestra ejecutoria patria: la esencia de nuestra Historia.

Y estad seguros, argentinos, sin distinción de colores, que por ella habremos de llegar a todos los extremos des su defensa, porque si así no fuese, habríamos perdido el derecho de ser los herederos del valiente pueblo de 1810, cuyo venero guardamos con el religioso orgullo de mantener inmarcesibles los “eternos laureles” de nuestro canto nacional.

Fue esa realidad democrática que realizaste en 1916, la primera en nuestra historia constitucional, porque por primera vez el pueblo consiguió plebiscitar su mandatario, y honró en apoteosis memorable, al símbolo que fuiste –Hipólito Yrigoyen- que vino a restaurar el genio de mayo, abolido por las oligarquías imperantes, afirmación que hago sin posible rectificación.

Más: quiero dejar constancia también, con profundo dolor argentino, que fue la última, pues, si desde Rivadavia hasta Sáenz Peña, las oligarquías hicieron tabla rasa con el principio de la soberanía popular, -salvando el fecundo interregno democrático de que fuiste gestor- desde el nefasto 6 de septiembre hasta la fecha, esta tendencia arbitraria y traidora, recrudeció, como la fatalidad histórica de una desgracia, con los signos más repugnantes del fraude, la coacción, el soborno y la venalidad.

Así fue como tu anheloso empeño, de constituir una nación libre, en base a su idiosincrasia, -sin imposiciones foráneas y a impulso del propio genio nacional; y para que el progreso y la grandeza patrios no crecieran fuera de sus hormas- se truncó; pero no tus inspiraciones, que han quedado como fundamento de las fuerzas morales de la Nación en marcha hacia su reconquista: antorcha luminosa de nuestro ineluctable destino. Por eso, enhestando tu democrática figura, que tremola en el corazón de las masas como un lábaro de reivindicaciones, repetimos tus palabras: “entre los factores que contribuyan al perfeccionamiento de las sociedades, debe figurar la grandeza de los fines que se propongan, para que la imaginación pública se vea siempre alentada por nobles esperanzas hacia perdurables soluciones”, preceptos que nuestra “Cruzada” coloca en las bases doctrinarias de su lucha, a ultranza, por la soberanía integral, económica y política de la República, tan maltrecha por los últimos acontecimientos.

Caíste, Hipólito Yrigoyen, en 1930…

¿Por qué te dieron ese golpe traidor las oligarquías reaccionarias?

Oiga el pueblo argentino la respuesta:

Porque dijiste: “mientras dure mi gobierno no se enajenará ni un adarme de la riqueza pública, ni se cederá un ápice del dominio absoluto del Estado sobre ella”; y porque también dijiste: “la riqueza de la tierra, como la del subsuelo mineral de la República, no puede ni debe ser objeto de otras explotaciones que las de la Nación misma”… Y cuando te disponías a la obra, queriendo librar de las garras del pulpo nuestra riqueza petrolera, te asestaron el golpe alevoso que revocó esa primera realidad, democrática de 1916, que conquistaste después de 30 años de rudo batallar.

Largo y fragoso camino recorriste en tu vida de apóstol, entre vicisitudes y sobresaltos a brazo partido contra las oligarquías. Tu abnegada existencia, tu invariable tesón, y tu entraña radical, fueron inmolados con tu cuerpo hecho mártir; pero ten seguro que como el sacrificio hace al Santo, su ensañamiento sobre tu augusta ancianidad, despertó en los arcángeles de la democracia inmanente, el justo celo de las reivindicaciones, que será el azote para los herejes que te maltrataron y para los iscariotes que te vendieron.

Recogiendo tu mandato seremos los “cruzados”, “radicales en todo y hasta el fin”, así hubiera que “empezar de nuevo” tu obra malograda, por los que, encargados de realizarla, contribuyeron a su destrucción, traicionándola.

Palabras sacramentales de tu consejo:

“Intransigencia, abstención, revolución”…

Son sentimientos latentes en el espíritu nacional, como el “sine qua non” de la sinceridad cívica hacía la solución de la libertad integral.

Seguimos oyéndote:

“Las revoluciones están en la ley moral de las sociedades y no es dado crearlas ni posible detenerlas, sino mediante reparaciones tan amplias como intensas sean las causas que las engendran”.

Mientras que los líderes políticos no cuenten con la anuencia de las masas, jamás tendrán la posibilidad de realizar amplias reparaciones; y menos revoluciones; sólo fraguarán simples asonadas intrascendentes. Mientras las masas no sean tenidas en cuenta para elegir sus gobernantes, ellas no tendrán en cuenta éstos; y, hasta su explosión reivindicadota, permanecerán en la abstención, porque ésta “no es un recurso de política militante, sino, suprema protesta, recogimiento absoluto, total alejamiento de los poderes oficiales, para dejar bien establecido, en el presente y en la historia, que la Nación no tuvo ejercicio de su soberanía”.

La Patria no es un objeto sino un sujeto colectivo, desde que no son las cosas sino el hombre, lo que anima y ennoblece. Ella, sus ciudadanos, por dictamen de su dignidad, no acepta que le usurpen su representación con allanamiento de sus atributos; la democracia es un derecho inalienable de la dignidad popular.

Esta sagrada verdad hace inútil el empeño de hacer creer al pueblo que se le puede “representar” sin su voluntad y hace fracasar a todos los seres de aberración cívica en sus pretensiones de que se les acepte de grado. Resulta sí indigno que se califique de “morbosa inquietud” el sagrado anhelo revolucionario, de los argentinos que sueñan –y han de realizar- una patria libre y luchan contra todos los usurpadores de la soberanía popular.

A estos hijos bastardos de mayo les decimos: que el morbo solo existe en sus ridículas pretensiones, que los lleva hasta a olvidar una orden de San Martín: “no reconocerás jamás, como a gobiernos legítimos de la Patria a aquellos que no hayan sido elegidos por la libre y espontánea voluntad de los pueblos”, incurriendo en el anatema de los “infames traidores de la Patria”, con que fulmina el artículo29 de nuestra Constitución Nacional, a los que se arroguen la suma del poder público, poniendo a su merced “la vida, el honor o las fortunas de los argentinos”.

Felizmente, el pueblo conoce y comprende cuales son sus verdades cardinales. Y no ha de llegar a asentir jamás, la existencia de nada ni de nadie, que le usurpe sus derechos; de lo contrario “habría sancionado la más horrible fatalidad el crimen triunfante” y “habría dejado pendiente la histórica condenación para que, tarde o temprano, se vuelva a reproducir”. No. Nuestro pueblo es inteligente, noble, digno, rebelde y soberano. Es solo la impotencia de su organización cívica, lo que le hace comulgar con la arbitrariedad de las usurpaciones, que no tienen nunca en cuenta, para nada, el principio de la “soberanía popular, que es la libertad de la Patria”.

Insigne maestro de la democracia y el santo amor del pueblo: hemos venido a interrumpir tu tranquilo sueño para ofrendar este homenaje al exponente más alto de nuestra democracia realizada en el período constitucional; al más grande de los presidentes argentinos, porque fuiste el único ungido por la voluntad de tus ciudadanos; y al paladín esforzado de la emancipación del continente…

Tu cuerpo es, aunque inerte, la bandera reivindicadota de la argentinidad, y día llegará en que como un simbólico estandarte, podamos llevar el ataúd que guarda tus restos, para colocarlo junto al sillón presidencial, cubierto por las insignias que te arrebataron aquél día nefasto para la Patria, para que desde allí pasen a las manos de un presidente plebiscitado como tú “por la libre y espontánea voluntad del pueblo”.

Yrigoyen:

Te dejamos estas flores. Sus colores son la expresión del vivo fervor de nuestro sentimiento patriótico; su fragancia, la expansión del aliento que nos anima en la lucha; y su frescura el recuerdo constante de tu simbólica figura democrática, encarnada en el más grande de los mandatarios argentinos.

He dicho.


Como entiende “Cruzada Renovadora” al intérprete del Radicalismo auténtico a través de la palabra de su jefe: Roberto Bosch. Discurso pronunciado en la Recoleta el 3 de julio de 1943 con motivo del Homenaje realizado en el décimo aniversario de la muerte de Hipólito Yrigoyen. Extractado del libro “Cruzada Renovadora de la U.C.R. es historia porque pudo haber triunfado” de Renzo R. Breglia, 1999. Trascripción Correligionario Merlo.

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