sábado, 29 de enero de 2011

Illia, no sólo un médico rural, un investigador de primer orden (Agustín María Barletti)


Pocos conocían las investigaciones encaradas por Illia en el terreno de las afecciones endémicas. Si bien lo veían partir muchos sábados al alba portando una caja de madera plena de coloridos frascos y vidriosos tubos, casi nadie se había atrevido a interrogarlo, con excepción de Fermín, un chango vivaracho y con el pelo revuelto.

-¿A dónde va con tanto chirimbolo don?

- A pelearme con los bichitos malos que enferman a los chicos como vos.

El interés de Illia por este tipo de enfermedades se remontaba a sus tiempos de estudiante, cuando el amanecer lo sorprendía libro en mano devorando cuanto conocimiento se le presentaba sobre la materia, para cuyo fin había traspasado las acantonadas trincheras permitiéndose sospechar el inglés, como el francés, el alemán y el italiano. En Cruz del Eje pudo constatar hasta qué punto la realidad podía mofarse de las más depuradas teorías. Sucede que hasta allí, se creía que enfermedades como el paludismo eran endémicas de las zonas bajas, anegadizas, pantanosas y de grandes lluvias, mientras que en esa región, con un promedio de precipitaciones relativamente escaso y sin la presencia de pantanos, el mal se propagaba con extraordinaria facilidad.

Como primera medida y para saber exactamente en dónde estaba parado, había realizado junto al Consejo Provincial d Higiene un completo censo sanitario rastrillando toda la zona. En Pichanas encontró al 70 por ciento de la población atacada de tracoma, junto a la abundante presencia de gérmenes pertenecientes al Chagas (enfermedad desconocida hasta entonces en Córdoba); el dispensario de Cruz del Eje revelaba haber atendido 2000 casos de paludismo y una decena de fiebre de Malta, entre la ciudad y los circuitos de Media Naranja, Los Sauces y El Brete; y el Departamento de Minas también registraba casos endémicos de paludismo desde hacía muchísimos años, pero sin asumir la proporción extraordinaria de Cruz del Eje.

-¿Cómo es posible esto? –se preguntaba sin respiro.

Necesitaba saberlo cuanto antes. El mal tendía a propagarse como un reguero de pólvora y para aguijonear el destino, se había propuesto recordar de manera permanente el caso de la escuelita provincial de Pichanas con una asistencia diaria de 100 alumnos, 60 de los cuales estaban atacados de tracoma, enfermedad altamente contagiosa. Juramentó encallecer sus nudillos a fuerza de golpear cuanto despacho administrativo encontrara a su paso. Visitó hasta el hartazgo el escritorio del doctor Stucker, Consejero Provincial de Higiene. Pero a fuerza de plantones y amansadoras, comprendió que era un incomprendido y que debía develar por él mismo un acertijo que le carcomía los sesos.

-Como en todas partes, el mosquito anópheles nace en los pantanos –le decían los dueños de la verdad-.

-Están equivocados si se quedan en la antigua teoría de los pantanos -replicaba-

-Parece que el joven doctor quiere sentar nuevas teorías –le respondían con tono burlón-.

Para consolarse ante tanta sordera, recordó el día en que llegaron a sus manos las ponencias presentadas ante la Academia Brasileña de Ciencias en 1909 donde Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas también había sido acusado de inventar una enfermedad endémica para elevar su propio prestigio.

El primer hombre que acarició su memoria fue el doctor Alois Bechman, autor de un libro que logró hurtarle el sueño en sus épocas de estudiante. Lo había rastreado como un sabueso husmeando por claustros y pasillos de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, hasta encontrarlo apoltronado en un sillón, durmiendo una siesta de muerte en la sala de profesores.

- Necesito la ayuda y la luz de su conocimiento –le dijo sin siquiera presentarse-.

- Espera, no se quién habla, ni de qué habla –respondió el catedrático apartando las redes de su ensueño-.

- Discúlpeme, tiene usted razón doctor Bechman, -reconoció, mientras su brazo extendido le acercaba un puñado de papeles celestes con las puntas ajadas de tanto entrar y salir del maletín-.

Los tomó y como una sorpresa que aniquiló los últimos vestigios de la modorra, depositó sus ojos en la primera foja: “Investigaciones referentes a las enfermedades endémicas en el Noroeste de la Provincia de Córdoba. Primeros resultados. Doctor Arturo Umberto Illia”.

- Con que esas tenemos jovencito, pero dígame, ¿qué lo impulsa a investigar este tipo de males en lugares secos y sin pantanos?

- ¿Usted también me ataca con este argumento? Pues sepa que investigo justamente porque se están difundiendo de forma notoria en lugares secos y sin pantanos. Necesito la ayuda y la luz de su conocimiento –repitió esta vez con un tono de súplica, mientras la vista de Bachean seguía paseando por el informe-.

- Dime, ¿en qué puedo ayudarte? –afirmó decidido-.

- Venga unos días a Cruz del Eje para ver sobre el terreno mismo este flagelo. Le digo más, parto en el tren de las nueve de la noche.

- Entiendo tu ansiosa sinceridad, pero la tiranía de mi agenda no me otorga tanta libertad.

- ¿Tal vez podría ser en el tren de la mañana?

- Tampoco –respondió con una sonrisa a flor de labios. Sacó una diminuta libreta negra de su saco e inició un acompasado vals con el balancear de las hojas hasta detener los acordes en el 15 de febrero de 1933-. Si en dos semanas exactas no estoy allí es porque la muerte sorprendió mis huesos.

- No diga eso doctor. Lo estaré esperando en la estación… -salvo que sea mi osamenta la sorprendida por la muerte, pensó-.

- Tres días estuvo el doctor Bachean acompañando a Illia en su peregrinaje de fe. Recorrió curvas y remansos del río; visitó enfermos y conoció cada rincón de cada uno de los dispensarios erigidos a fuerza de coraje y solidaridad.

- No me explico cómo con tan escasos recursos han podido hacer una campaña tan eficaz, -reconoció sorprendido-.

- No se olvide que contamos con la comunión de nuestro pueblo –explicó Illia-. Si hasta los enfermos ayudan.

- Deberías juntarte cuanto antes con tu alma gemela –agregó Bechman-, está en Jujuy luchando a brazo partido contra los mismos fantasmas. Es el doctor Salvador Maza, yo le escribiré contándole de tus investigaciones. Fue terminar de redondear la frase y encontrarse frente a hoja sobre lapicera.

- Tome doctor, escríbale ya mismo que si despachamos la carta desde Cruz del Eje habremos de ganar un tiempo precioso.

Y otra vez la sonrisa de Bachean cediendo ante las presiones de su inquieto y joven colega. Cuando dos meses más tarde estuvieron frente a frente, concedieron cabal peso la premonitoria sentencia de Bechman. Eran dos corazones que latían a un mismo ritmo, dos integridades tras un mismo sendero.

- Fíjese doctor, durante tres o cuatro años me hundí hasta el pescuezo buscando en las lagunas del Norte y llegué a la conclusión de que mis esfuerzos eran completamente ineficaces contra el paludismo. Estoy convencido de tener la solución frente a nuestras propias narices, está en los ríos jujeños los que por otra parte son similares al que veo frente a mí.

- ¿También son de lecho arenoso y con crecientes periódicas producidas por las lluvias, como éste de Cruz del Eje? Pues eso es fantástico para avanzar en nuestras investigaciones.

A partir de allí Mazza e Illia entendieron que ya no valía la pena dormir, ni comer, ni sentir. Sólo los movilizó el inconmensurable deseo de salir airosos de tan compleja encrucijada.

El ardor del verano cruzdelejeño ya no escaldaba sus cuerpos, el polvo arremolinado y furioso ya no atoraba sus pulmones, el sol del poniente ya no vaciaba sus ojos.

Edificaron piedra sobre piedra hasta que su construcción tomó la forma de un monolítico bloque de granito. Lo habían ratificado con la mayor de las certezas un día después del diluvio del 9 de julio, cuando el rugir del torrente celestial pareció sumarse al cumpleaños de la Patria.

Al dejar de llover habían comprobado sus sospechas: el río, a pesar de mantener un hilo plateado en el centro, conocía la formación de pequeños estancamientos de agua en sus partes más anchas. El mosquito anópheles, que proliferaba solamente en aguas limpias, tenía allí su morada.

Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. Con los estudios en mano, comprobaron que el paludismo siempre había comenzado en las casas cercanas al río para sembrar desde allí su negro terror.

- teníamos razón Arturo, no es en los pantanos, sino en todo el río que debemos combatir la enfermedad,

- Así es Alberto, la solución pasa por canalizarlo y evitar la formación de los fatídicos remansos.

La teoría no poseía la más mínima fisura. Sin embargo hubo que esperar hasta el año 1936 para comenzar en serio con la canalización. Fue en un debate parlamentario cuando la Cámara alta cordobesa decidió votar una partida de 3000 pesos mensuales para estos menesteres, a instancias de un proyecto presentado por un senador departamentos por Cruz del Eje, que curiosamente llevaba el nombre de Arturo Umberto Illia.



Extractado del la novela histórica “Salteadores Nocturnos” de Agustín María Barletti, febrero de 1998. Trascripción Correligionario Merlo.

miércoles, 26 de enero de 2011

"Lo de Tucumán" (Carta de Ángel Gerardo Pisarello al Presidente Arturo Illia)


San Miguel de Tucumán, mayo 25/1963

Doctor Arturo Illia

Hotel Savoy

Capital Federal

Estimado correligionario:

Omito, en homenaje a la brevedad los elementos económi­cos, sociales, políticos y culturales que integran o totalizar dicha es­tructura. Sobre todo por cuanto considero a Ud. advertido cabalmente sobre la composición de la misma. Sólo le señalo que en Tucumán los caracteres de los elementos que componen dicha estructura se advier­ten con mayor cuan dramática claridad; odiosa soberbia de quienes ejercitan, desde los años de la constitución, una autoridad o mando que se fundamenta, exclusivamente, en la explotación humana. Nuestros paisanos de Tucumán -en millares, más de ochocientos- expresan sus vidas en una desoladora y triste similitud con el débil cuanto rico tallo de la caña de azúcar. Ambos cultivados con la misma primitivez y ambos sustentando los pilares en que se asientan su autoridad y mando las expresiones parásitas de muy pocos que apenas se cuentan en singu­lares unidades.

No es extraño, en consecuencia, que los partidos políticos deban corresponder a aquella composición: esto es muy claro. Ha de ser consecuencia también que esos partidos políticos se expresen a travez de una autoridad o mano que se transfiere desde los esquemas de la organización general mientras sus afiliados -en registros lógicamente inexpresivos- sólo se utilizan para soportar las estructuras de los órga­nos que concuerden con quienes a su vez, se sirven de ellos para desa­rrollar y afianzar un sistema de vida injusto desde el punto de vista de la dignidad humana.

Por la razón que le apunto, en Tucumán los partidos políticos concluyen por ser "meras agrupaciones transitorias, sin consistencia en la opinión, sin principios ni propósitos de gobierno"; así, exactamente, como lo apreciaba Yrigoyen -en el orden general- allá por 1905.

El juicio respecto de los partidos políticos actuantes en Tucumán no excepciona a la Unión Cívica Radical. Por vía de esta afirmación es fácil comprender la razón de ser esta provincia el asiento del "concurrencismo" cuando nuestros padres, drenaban por su vena mayor el dolor -orgulloso dolor- de la cárcel donde pagaban el precio de la "abstención"; es fácil comprender -oteando historias contemporáneas ­como desde Tucumán electores, invocando la representación de la Unión Cívica Radical, daban sus votos en favor de la fórmula Justo-Matienzo; es fácil comprender de qué manera los gobiernos de la Unión Cívica Radical resultan progresistas en medida mayor cuando mayor fue su auspicio favoreciendo a los intereses de la mentalidad esclavista de los dueños (no digo propietarios ya que ello equivaldría al ejercicio de un derecho legitimo) de las fábricas azucareras; es fácil comprender el drama de Juan Bautista Bascary o la tragedia de Octaviano Vera; es fácil comprender por qué razón en Tucumán se “lauda” sobre el resul­tado de cualquier problema sometido a la elección, sobre todo cuando el resultado corresponde a las mayorías. En síntesis, vigencia de la injusticia y la arbitrariedad; pero además, de lo absurdo... desde el punto de vista radical, al menos.

Oponerse al sistema da idea cabal de sacrificios supremos. Quie­nes lo intentan conocen de antemano su destino corto por lo personal. Es decir que deben ser hombres -cuánto menos- abroquelados en ideas cuya claridad no admita dudas. Víctimas explatorias, sirviendo al des­tino infinito del Pueblo donde se computa el del paisano, de sus hijos, de los nietos... infinitamente.

Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, aún conociendo mi des­tino personal, emprendí la tarea con la más absoluta y firme convic­ción. Al final no hacía sino recoger viejas banderas; sólo necesitaba asta. Cuando lo recuerdo, no pretendo hacerme depositario de las ban­deras; en todo caso, me basta con haber sido hasta necesario -por ello útil- nutrida la materia que la compone con ideas que aún bailan al compás de emociones comunes, primarias de aquellas que se alimentan con una larga lágrima que sorbida restituye el evangelio redimido del pecado -si se cometió- y por ello mucho más puras.

No es tarea que resulta personal. Muchos miles -de aquellos que en Millares suman más de ochocientos- sirvieron a la intención. Gene­rarnos el asiento o punto de partida. Pero se advirtió la presencia de elementos que, finalmente, irían a poner en peligro la organización estructural que sostiene la injusticia, la igualdad negada e incluso la esclavitud como sistema. Y lejos de enfrentársenos -lo habría sido, por supuesto, la negación de su historia- acometieron el abordaje.

Recién hoy puedo afirmar categóricamente: aceptar su compa­ñía en la Unión Cívica Radical fue nuestra derrota. Minoritarios, es decir, frutos naturales del sistema del que provenian, o no, dieron validez a las expresiones mayoritarias del voto en los comicios internos, o simplemente, negaron valor o trascendencia a las convocatorias que decidieran, por mayoría, quiénes debían gobernar poniendo el esfuerzo sin par en la tarea de demostrar la "ineficacia" del sistema, ya que -en todo caso- se trataba de elegir hombres para el ejercicio de los cargos. Para ello, parecían radicales -sin serlo- cuidando muy bien de "mostrar" sus ideas... Al contrario, se confundían con las nuestras.

Desde lejos -es distancia ponderable la de casi 1.500 kilóme­tros- "lo de Tucumán" es una lucha de predominio personal donde se utilizan armas que "desjerarquizan nuestra condición radical". Desde lejos, NADIE intentó siquiera poner sus oídos junto a la tierra para escuchar los mensajes que podían expresarse de otra manera -lo que en alguna medida se hizo- a través de larguísimas peregrinaciones en "que los tucumanos llegaban, otra vez, con sus problemas personales".

Aliados del tiempo y la distancia, tomaron asientos en lugares predominantes de la dirección partidaria aquellos de la "concurren­cia", partidarios de Justo, o "laudistas" y aunque de tiempos no iguales, herederos de aquellos a quien Yrigoyen había señalado como "res­ponsables de las mas punibles irregularidades políticas".

Se nos manda "arreglar" con ellos. Y lo hacemos –asumiendo la responsabilidad que nos corresponde- porque las desgracias de la República no admiten el diálogo esclarecedor, o quizás, porque alienta nuestra esperanza de ser protagonistas del cierre de un proceso que no resiste ya examen... y que al cerrarse hace posible que nuevos hombres recojan las banderas que recogimos nosotros hace 20 años -y sobre la experiencia dolorosa de nuestras frustraciones- comiencen cavando los cimientos de una nueva -o vieja- construcción en cumplimiento de los enunciados del evangelio partidario de cuyo catecismo Yrigoyen y don Amadeo hicieron su libro mayor.

De allí -del libro mayor- extraigo: "Desviar el rumbo a mitad del camino, importa en todo momento renuncia a ideales que el patrio­tismo ha inspirado y malgastar las fuerzas que a su sombra se abrigaron; el poder, a pesar de ser uno de los medios más eficaces para hacer práctico un programa, no es el fin a que se puede asociar un partido de principios, ni el único resorte que pueda manejarse para influir directa­mente en los destinos del país".Cuanto transcribo lo aprendí de Yrigoyen: "Encarrilar dos opi­niones políticas que han revelado diversa tendencia es una transgresión a su fe política y no sólo ello sino neutralizar dos fuerzas que se rechazan, acercar elementos para-producir entre ellos la anarquia, esterilizar sus iniciativas y lo que es más grave, extraviando el criterio publico: se corre el riesgo de que el partido Radical se descalifique para siem­pre ante la opinión". La verdad es que, en cuanto a nosotros -en Tucumán­, "no nos hemos congregado con este. fin, ni ha sido ésa nuestra mi­sión".

Finalmente, una "reserva de derechos" sin conocerse los funda­mentos en que sustenta habría sido poco seria. Ello exigía mis puntos de vista hechos públicos. Nos allanamos a servir un proceso electoral y nada más; no hay en esto transacciones porque el precio con que se nos premia lo constituyen dos valores absolutos: uno, el cabal conoci­miento del hecho y sus consecuencias que los medimos con la Nación malherida a la vista; y el otro, la cordialidad y el afecto con que los radicales alimentamos vigorosamente saludable compañía de gente amiga que, nos convoca.

Afectuosamente, su amigo

Angel Pisarello

martes, 25 de enero de 2011

Caíste, Hipólito Yrigoyen, en 1930… (Roberto Bosch)


Hipólito Yrigoyen:

A los manes de tu sombra augusta, al pie de este santuario de la democracia argentina, pido la inspiración necesaria para rendir, con mi modesta palabra, el justo homenaje a tu memoria, en nombre de la tendencia auténtica del radicalismo del país, representado por “Cruzada Renovadora”, con cuya jefatura me honro, asumo a la vez, toda la responsabilidad de mis expresiones ante el país, las instituciones y las personas.

Soñador avanzado de una generación argentina, fuiste el apóstol de una convicción latente en el espíritu nacional, a la que después de larga y dura brega, supiste convertir en una realidad democrática por legítimo imperio de la “libre y espontánea de la libertad del pueblo”, siempre sojuzgada por la arbitrariedad de las tiránicas oligarquías nativas al servicio del interés extraño.

Esta conquista –que fue tuya Hipólito Yrigoyen- pese a quien pese y cueste lo que cueste, no podrá ya ser renunciada jamás por esta generación ni por las venideras, porque es radical del propósito de Mayo y es herencia popular, tan gloriosa, que renunciarla sería condenar lo más caro de nuestra ejecutoria patria: la esencia de nuestra Historia.

Y estad seguros, argentinos, sin distinción de colores, que por ella habremos de llegar a todos los extremos des su defensa, porque si así no fuese, habríamos perdido el derecho de ser los herederos del valiente pueblo de 1810, cuyo venero guardamos con el religioso orgullo de mantener inmarcesibles los “eternos laureles” de nuestro canto nacional.

Fue esa realidad democrática que realizaste en 1916, la primera en nuestra historia constitucional, porque por primera vez el pueblo consiguió plebiscitar su mandatario, y honró en apoteosis memorable, al símbolo que fuiste –Hipólito Yrigoyen- que vino a restaurar el genio de mayo, abolido por las oligarquías imperantes, afirmación que hago sin posible rectificación.

Más: quiero dejar constancia también, con profundo dolor argentino, que fue la última, pues, si desde Rivadavia hasta Sáenz Peña, las oligarquías hicieron tabla rasa con el principio de la soberanía popular, -salvando el fecundo interregno democrático de que fuiste gestor- desde el nefasto 6 de septiembre hasta la fecha, esta tendencia arbitraria y traidora, recrudeció, como la fatalidad histórica de una desgracia, con los signos más repugnantes del fraude, la coacción, el soborno y la venalidad.

Así fue como tu anheloso empeño, de constituir una nación libre, en base a su idiosincrasia, -sin imposiciones foráneas y a impulso del propio genio nacional; y para que el progreso y la grandeza patrios no crecieran fuera de sus hormas- se truncó; pero no tus inspiraciones, que han quedado como fundamento de las fuerzas morales de la Nación en marcha hacia su reconquista: antorcha luminosa de nuestro ineluctable destino. Por eso, enhestando tu democrática figura, que tremola en el corazón de las masas como un lábaro de reivindicaciones, repetimos tus palabras: “entre los factores que contribuyan al perfeccionamiento de las sociedades, debe figurar la grandeza de los fines que se propongan, para que la imaginación pública se vea siempre alentada por nobles esperanzas hacia perdurables soluciones”, preceptos que nuestra “Cruzada” coloca en las bases doctrinarias de su lucha, a ultranza, por la soberanía integral, económica y política de la República, tan maltrecha por los últimos acontecimientos.

Caíste, Hipólito Yrigoyen, en 1930…

¿Por qué te dieron ese golpe traidor las oligarquías reaccionarias?

Oiga el pueblo argentino la respuesta:

Porque dijiste: “mientras dure mi gobierno no se enajenará ni un adarme de la riqueza pública, ni se cederá un ápice del dominio absoluto del Estado sobre ella”; y porque también dijiste: “la riqueza de la tierra, como la del subsuelo mineral de la República, no puede ni debe ser objeto de otras explotaciones que las de la Nación misma”… Y cuando te disponías a la obra, queriendo librar de las garras del pulpo nuestra riqueza petrolera, te asestaron el golpe alevoso que revocó esa primera realidad, democrática de 1916, que conquistaste después de 30 años de rudo batallar.

Largo y fragoso camino recorriste en tu vida de apóstol, entre vicisitudes y sobresaltos a brazo partido contra las oligarquías. Tu abnegada existencia, tu invariable tesón, y tu entraña radical, fueron inmolados con tu cuerpo hecho mártir; pero ten seguro que como el sacrificio hace al Santo, su ensañamiento sobre tu augusta ancianidad, despertó en los arcángeles de la democracia inmanente, el justo celo de las reivindicaciones, que será el azote para los herejes que te maltrataron y para los iscariotes que te vendieron.

Recogiendo tu mandato seremos los “cruzados”, “radicales en todo y hasta el fin”, así hubiera que “empezar de nuevo” tu obra malograda, por los que, encargados de realizarla, contribuyeron a su destrucción, traicionándola.

Palabras sacramentales de tu consejo:

“Intransigencia, abstención, revolución”…

Son sentimientos latentes en el espíritu nacional, como el “sine qua non” de la sinceridad cívica hacía la solución de la libertad integral.

Seguimos oyéndote:

“Las revoluciones están en la ley moral de las sociedades y no es dado crearlas ni posible detenerlas, sino mediante reparaciones tan amplias como intensas sean las causas que las engendran”.

Mientras que los líderes políticos no cuenten con la anuencia de las masas, jamás tendrán la posibilidad de realizar amplias reparaciones; y menos revoluciones; sólo fraguarán simples asonadas intrascendentes. Mientras las masas no sean tenidas en cuenta para elegir sus gobernantes, ellas no tendrán en cuenta éstos; y, hasta su explosión reivindicadota, permanecerán en la abstención, porque ésta “no es un recurso de política militante, sino, suprema protesta, recogimiento absoluto, total alejamiento de los poderes oficiales, para dejar bien establecido, en el presente y en la historia, que la Nación no tuvo ejercicio de su soberanía”.

La Patria no es un objeto sino un sujeto colectivo, desde que no son las cosas sino el hombre, lo que anima y ennoblece. Ella, sus ciudadanos, por dictamen de su dignidad, no acepta que le usurpen su representación con allanamiento de sus atributos; la democracia es un derecho inalienable de la dignidad popular.

Esta sagrada verdad hace inútil el empeño de hacer creer al pueblo que se le puede “representar” sin su voluntad y hace fracasar a todos los seres de aberración cívica en sus pretensiones de que se les acepte de grado. Resulta sí indigno que se califique de “morbosa inquietud” el sagrado anhelo revolucionario, de los argentinos que sueñan –y han de realizar- una patria libre y luchan contra todos los usurpadores de la soberanía popular.

A estos hijos bastardos de mayo les decimos: que el morbo solo existe en sus ridículas pretensiones, que los lleva hasta a olvidar una orden de San Martín: “no reconocerás jamás, como a gobiernos legítimos de la Patria a aquellos que no hayan sido elegidos por la libre y espontánea voluntad de los pueblos”, incurriendo en el anatema de los “infames traidores de la Patria”, con que fulmina el artículo29 de nuestra Constitución Nacional, a los que se arroguen la suma del poder público, poniendo a su merced “la vida, el honor o las fortunas de los argentinos”.

Felizmente, el pueblo conoce y comprende cuales son sus verdades cardinales. Y no ha de llegar a asentir jamás, la existencia de nada ni de nadie, que le usurpe sus derechos; de lo contrario “habría sancionado la más horrible fatalidad el crimen triunfante” y “habría dejado pendiente la histórica condenación para que, tarde o temprano, se vuelva a reproducir”. No. Nuestro pueblo es inteligente, noble, digno, rebelde y soberano. Es solo la impotencia de su organización cívica, lo que le hace comulgar con la arbitrariedad de las usurpaciones, que no tienen nunca en cuenta, para nada, el principio de la “soberanía popular, que es la libertad de la Patria”.

Insigne maestro de la democracia y el santo amor del pueblo: hemos venido a interrumpir tu tranquilo sueño para ofrendar este homenaje al exponente más alto de nuestra democracia realizada en el período constitucional; al más grande de los presidentes argentinos, porque fuiste el único ungido por la voluntad de tus ciudadanos; y al paladín esforzado de la emancipación del continente…

Tu cuerpo es, aunque inerte, la bandera reivindicadota de la argentinidad, y día llegará en que como un simbólico estandarte, podamos llevar el ataúd que guarda tus restos, para colocarlo junto al sillón presidencial, cubierto por las insignias que te arrebataron aquél día nefasto para la Patria, para que desde allí pasen a las manos de un presidente plebiscitado como tú “por la libre y espontánea voluntad del pueblo”.

Yrigoyen:

Te dejamos estas flores. Sus colores son la expresión del vivo fervor de nuestro sentimiento patriótico; su fragancia, la expansión del aliento que nos anima en la lucha; y su frescura el recuerdo constante de tu simbólica figura democrática, encarnada en el más grande de los mandatarios argentinos.

He dicho.


Como entiende “Cruzada Renovadora” al intérprete del Radicalismo auténtico a través de la palabra de su jefe: Roberto Bosch. Discurso pronunciado en la Recoleta el 3 de julio de 1943 con motivo del Homenaje realizado en el décimo aniversario de la muerte de Hipólito Yrigoyen. Extractado del libro “Cruzada Renovadora de la U.C.R. es historia porque pudo haber triunfado” de Renzo R. Breglia, 1999. Trascripción Correligionario Merlo.

No fue retórica (Ricardo Balbín)


Yrigoyen definió nuestras grandes líneas sin pronunciar para ello solemnes discursos. Sólo con actitudes. Cuando vinieron a buscarnos para formar la liga de las Naciones, preguntó: “¿Dónde están los vencidos?”. Cuando el capitán de un buque argentino consultó con qué bandera saludaba a la bandera norteamericana, que flameaba en el Santo Domingo ocupado, Yrigoyen contestó: “Con la bandera dominicana”.

Cuando inauguró la línea telefónica, le dijo al presidente norteamericano, para siempre: “Los hombres son sagrados para los hombres, y los pueblos son sagrados para los pueblos”. Y cuando debió escribir una carta al presidente de Colombia, lo invitó a fortalecer nuestras soberanías y, juntos, decidir nuestro común destino, porque de lo contrario seríamos tratados “como un mercado africano”. Ahí tiene usted, en un puñado de gestos, la solidaridad con el vencido, la resistencia a la opresión y la idea de unidad americana.

No fue retórica la neutralidad del país en la Guerra Mundial, neutralidad que para nosotros significa independencia. No fueron retóricos los proyectos –sobre petróleo, sobre marina mercante, sobre reestructuración agraria- que la oligarquía le paró a Yrigoyen en el Senado. No fueron retórica la Reforma Universitaria de 1918, el primer grito de emancipación de nuestra América.


Ricardo Balbín, extractado del libro “Muerte y Resurrección de los Políticos” de Rodolfo H. Terragno. Diciembre de 1981. Trascripción Correligionario Merlo.

lunes, 17 de enero de 2011

Mi juramento político (Ricardo Balbín)


Hace quince días, cuando fui reelegido presidente del Comité Nacional, dije; “Juro por mi honor que éste es el último servicio que cumplo para mi partido y el país. Si el país vota en 1977, saludaré a la columna que viene”. Muchos han creído que ésta fue una expresión imprudente de mi parte. Admito que puede serlo, pero lo dije con un propósito de educación política. El ámbito argentino está lleno de dudas con respecto a la labor de los hombres. Excepcionalmente se recogen apreciaciones diciendo que ésta o aquella es una contribución desinteresada al país. Esa noche, yo estaba como tomado por la necesidad de decir a la juventud argentina y a la que no está aquí, que esta lucha no es para nosotros y se la estamos dando al país futuro. Crean que yo no quiero ser más nada, que lucho para que sean ustedes. Este es el sentido de aquella expresión, que no sé si es generosa, tal vez que no, porque a esta altura de la vida uno sabe que la vida será muy corta. Pero es una expresión vital de mí ser. Yo nunca busqué posiciones, a mí me llevaron. Y no las busqué porque soy profundamente tímido. Subo a una tribuna y hago el mismo esfuerzo que hacía antes. Siempre quiero estar un poco atrás y siempre me empujan para que esté adelante. Me gusta escuchar y sé que tengo que estar conversando. Me gusta la soledad sin ser enfermiza y siempre estoy rodeado. Carezco de ambiciones porque yo tengo una auténtica vocación de bien público y entonces me irrita mucho cuando me suponen ambicioso o cuando me suponen interesado. Yo no he trabajado para Balbín; he trabajado para la UCR y sigo trabajando para la UCR.

Hablando con algunas personas de afuera y de adentro del partido, e inclusive algunas de las Fuerzas Armadas, dije que defiendo la institucionalización del país porque creo que ya no vuelven más los tiempos de antes. El día en que se pretenda alterar las formas institucionales habrá lucha. Y yo voy a estar en la trinchera de la legalidad sin fijarme quien está a mi lado. No voy a ser un indiferente, yo voy a tomar partido en la pelea.

Hay periódicos del peronismo de izquierda y aun del nacionalismo de derecha que ven en mí al hombre de reserva del Sistema. Todos los episodios que han ocurrido en el país en los últimos tiempos, han demostrado o han exhibido una no diré descomposición pero sí divergencias en lo que podríamos llamar el complejo del justicialismo, ahora acrecentado con la formación del FREJULI. A veces tienen razón, otras veces no tienen razones verdaderas, entonces para ubicar una posición buscan otra y la analizan a su manera. Nada de esto es útil y nada de esto es cierto. Podríamos llegar a una conclusión: ¿No será acaso que la extrema izquierda está ayudando a los de la extrema derecha? ¿No será acaso que los de la extrema izquierda están sirviendo decididamente a los de la extrema derecha? Al país no hay que confundirlo. La política radical tiene ochenta y tantos años. Ha sido clara, coherente. En cada episodio jugó con limpieza, con mucha claridad. En esta oportunidad está haciendo exactamente lo mismo. Lo que ha pasado es que el país ha madurado y las fuerzas tradicionales o no tradicionales han comprometido qué es la verdad nacional. Sin una convivencia con discrepancia que signifique la consolidación de la unión de lo argentino, no hay proceso de liberación. Esto es una verdad, nosotros servimos a esta causa. No dejamos de ser lo que éramos, seguimos siendo lo que éramos, vamos a ser lo que éramos, naturalmente actualizados en el tiempo. Porque si toda esta gente que se está ocupando tanto de nosotros ahora analizara nuestras plataformas electorales, a través de todos los tiempos corridos, verían que siempre hubo un denominador común. Es el complejo argentino, la confusión argentina creada en tanto de la vacancia de Perón la que gravita y determina todas estas circunstancias. Algunas se asomaban ya en vida de Perón. Porque incluso hubo espectáculos en las plazas públicas, ¿verdad? Creo que son teorías extrañas al justicialismo que se penetran en el justicialismo. Para hacer del justicialismo lo que ellos quieren pero no lo que es el justicialismo. Yo he conversado con alguna gente joven que quería entrar al partido, pero no por las ideas del partido sino para ver si en este partido imponían sus ideas. Y entonces yo les dije que esperaran la afiliación hasta que se hicieran radicales. Y esto es lo mismo. Además, me hacen el honor de considerarme un adversario importante. Si no lo fuera no se ocuparían tanto.



Ricardo Balbín, extracto de un reportaje realizado por el diario La Opinión que lo publicó el 31 de julio de 1974, con motivo de su 70 cumpleaños, ocurrido el 29 de ese mes. Trascripto por Correligionario Merlo del libro “Balbín Un caudillo, un ideal”, suplemento Nº 8 de la Revista Siete Días, octubre de 1982.
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