domingo, 23 de diciembre de 2012

Saludo en Jesús (Crisólogo Larralde)

Saludo en Jesús al caudillo inmortal; al predicador de la libertad, de la igualdad entre los hombres, al demócrata cabal y al más austero y respetable gobernante de las almas. Al padre cuyo ejemplo nos sigue probando como, la muerte, es únicamente ausencia de moral y de alta conducta.



Reverencio en Jesús a quien señaló iluminados senderos de desinterés, de solidaridad, de tolerancia, de justicia, de perdón y de amor; al flagelado, humillado y escarnecido cuya imagen se alza imperecedera y victoriosa sobre la desolación del mundo ennegrecido por los odios políticos, menguado en las luchas colmadas de felonías, parcelado por el egoísmo y las ambiciones de riqueza y poder.



Saludo en Él, al padre y al maestro, al docente histórico y mayúsculo en los combates contra los privilegios y las huecas jerarquías, al orientador cuya presencia invocamos de continuo para marchar en la dirección de su índice hacia los horizontes sin guerras, sin clases, sin odios raciales, sin explotación y sin miseria.



Si a ÉL -proveedor inagotable- pudiéramos pedirle algo, rogaríamos su luz para los argentinos, tan necesitados de entendernos en la realización de un esfuerzo común por la reconstrucción de nuestro solar nativo con las solas manos, la sola sangre, la sola voluntad heredadas del seno materno. Invocándolo por imperio del sentimiento cristiano, concédaseme expresar a mí, hombre de lucha, mi esperanza de un año, comienzo de otros muchos, de cordialidad entre los argentinos y de consolidación nacional. Ninguna palabra, de esas sonoras pero agrias palabras de los combatientes políticos, cabe decir, sin agraviarlo, en estas pocas y pobre de homenaje a Jesús. Él vivió entre los hombres -entre los desnudos y analfabetos hombres del pueblo- señaló rumbos cuyo abandono significó caer en la conducta ignominiosa, en el rencor implacable, en la cobardía abyecta en la defección culpable.



Político, piedra dura y oscura de la inmensa cantera popular, con mis cantos pulidos de tanto combatir, paréceme irreverente aludir a la sustancia de nuestros apasionados desencuentros en cuya entraña vibran las estridencias de un combate por objetivos a menudo personales, casi siempre transitorios. Digamos, pues, pensando en ÉL, esta Navidad nos mejore a todos, nos reconcilie y nos enseñe como, en el desprecio de todo poder está todo el poder.



  Crisólogo Larralde

martes, 31 de julio de 2012

Invitación Homenaje 137º Aniversario del Natalicio de don Elpidio González


Estimad@s:



Los invitamos a participar del Homenaje a realizarse en el Instituto Nacional Yrigoyeneano, Junín 262  Planta Baja 2, CABA, con motivo de celebrarse el 137º aniversario del natalicio del ex vicepresidente radical don Elpidio González, ejemplo de lealtad y honradez, que supo ser revolucionario en 1905, diputado, Jefe de Policía de la Ciudad de Buenos Aires, Ministro de Guerra y Ministro del Interior. Sufrió la carcel y la persecución por su lucha democrática. Terminó su vida en la pobreza vendiendo anilinas por las calles, llegando a rechazar la jubilación de privilegio que como vicepresidente le quiso dar el gobierno de Justo.

Un hombre olvidado, quizás, porque es un espejo en el cual muy pocos, en la política argentina de hoy, puedan mirarse...

Será pues, el primer homenaje en décadas a don Elpidio.. será justicia…


Harán uso de la palabra:


-Lic. Edit Rosalía Gallo
-Dr. Leandro Hipólito Illia
-Dr. Diego Barovero
-Sr. Elbio G. González


De mi mayor estima

Elbio Gustavo González,
Agrupación Pelagio B. Luna.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Sergio Karakachoff (Julio Fernandez Cortés)




Muchos de su tiempo no comprendían cómo era radical, y no entendían cómo hacía para seguir siéndolo. “Reafirmando la vocación humanística y defendiendo las ideas con dignidad militante, recuperaremos la condición de intérpretes de las mayorías. De lo contrario, el radicalismo morirá”. Así escribía, en noviembre de 1971, en el periódico “En Lucha”.



Lo asesinó el terrorismo de Estado. Su recuerdo y su vigencia conceptual no residen en este hecho. Fue ejemplo de militancia: siempre dispuesto, creativo y lúcido a la hora de definirse. Pero, también, un visionario para su tiempo.

Cuando se pregonaba el antiperonismo, cuando muchos convocaban a los militares, cuando el sector financiero se ensañaba con las mayorías populares y socavaba el tejido social, cuando la tentación por las armas se expresaba a flor de piel; en un momento como ése, el Ruso buscaba los denominadores comunes entre las fuerzas populares. Hoy, se asquearía viendo a estos mercernarios del clientelismo que se la pasan traicionando las banderas de la justicia social.

Trabajó codo a codo con dirigentes sindicales y políticos del peronismo. Recuerdo a Raimundo Ongaro, a quienes dirigían el gremio de Farmacia en la Plata y a los del sindicato de Sanidad, fuertemente comprometidos en la lucha contra la dictadura de Onganía y cía y con las banderas populares del justicialismo que tanto traicionan estos sátrapas que hoy dicen representarlas.

Enfrentó y lo pagó con su vida a las patotas sindicales y políticas del peronismo que – cuando llegó la dictadura y antes con la Triple y la CNU - fueron socios de los asesinos. Los mismos que, cuando llegó la democracia, se negaron a integrar la CONADEP y después, pasados lo años se encargaron de cazar leones en el Zoológico, descolgando cuadros de los genocidas...

Defendía la Democracia y los Derechos Humanos, denunciaba al terrorismo de Estado y era abogado de trabajadores y presos políticos. Enfrentó a la dirigencia partidaria peleando por una militancia juvenil comprometida, impregnada de sentido común y en la calle. No de mate y Comité.

Los ideales son los que dan medida de la entrega, del esfuerzo. Son los que no aceptan la claudicación ni el desfallecimiento y permiten tomar distancia de fracasos, si se los considera desde el punto de vista del resultado inmediato, porque son el fundamento de todas las luchas.

La militancia de Sergio dejó huellas que, a través de los años, se convirtieron en un ejemplo a seguir para el crecimiento de las organizaciones que ayudó a construir. Era el que impulsaba el debate constante. Los que crecíamos a su lado aprendíamos que el compromiso era total y para siempre. Aprendimos que la militancia no deja premios personales, que no se la debe entender como un pasatiempo, que no permite apetencias individuales sino el trabajo conjunto y desinteresado para cambiar la realidad.

No era pragmático. Prefería mil veces a un idealista. Los idealistas luchan sin respiro para encontrar respuestas a las aspiraciones del pueblo. Es difícil calcular matemáticamente cuánto de esfuerzo significa la militancia. Pero mucho más lo es imaginar a un timorato, oportunista y entregado a vivir feliz y con la conciencia tranquila mientras su pueblo sufre. Allí nace el compromiso.

Sergio sintió desde siempre ese compromiso y lo asumió. Con sus mejores armas: su aguda inteligencia y su férrea capacidad militante. Compartía nuestra ideología, nos formó en la necesidad de la organización, de la discusión colectiva y aportaba para enriquecerla.

A su lado creció una generación de jóvenes que asumió como herramienta fundamental de su acción al debate, la participación y el consecuente protagonismo. No había necesidad de buscar a Sergio, lo encontrabas en cuanta tribuna se levantara contra la dictadura.

La política, se nos ha dicho muchas veces, despierta las más variadas pasiones. Las más puras y las más impuras. Pero es la que nos ofrece la posibilidad de rodearnos de las más altas dosis de idealismo. Porque aun cuando la realidad nos demuestra racionalmente lo dificultoso de la tarea, el militante seguirá adelante en su camino, sin más armas que su convicciones para transformarla.

Muchas veces también, nos dijeron que no se podía pretender más que lo posible. Hubo quienes lo aceptaron. Sergio decía que si soñamos con una Argentina mejor, no debemos querer solamente lo posible sino, fundamentalmente, luchar para hacer posible lo que queremos y lo que creemos. Hay que agregarle imaginación a lo posible, la creatividad, el ensueño, la originalidad, la decisión y el coraje que son esenciales al espíritu militante e imprescindibles para que los sueños se hagan realidad.

Sergio Karakachoff sabía para qué vivía y también sabía por qué moría. Este no es un simple consuelo; es la reafirmación de que vale la pena correr el riesgo cuando hay un profundo convencimiento. Su vida ejemplar como militante del radicalismo es la que debe perdurar en nuestra memoria. Su voz en las asambleas, su palabra en las reuniones es la que se seguirá oyendo mientras viva un militante de la Juventud Radical.

Tuvo la rebeldía necesaria para resistir el autoritarismo y la violencia. Supo recrear la perseverancia suficiente para servir de inspiración al discurso progresista del Radicalismo del ´83. Supo hacerse de la paciencia que reclama la acción política, y aún más en una época como la que le tocó vivir. Eligió su camino, y fue consecuente hasta el final.

Si estuviera entre nosotros su lucha sería la misma: por los que menos tienen; la liberación del yugo de los especuladores inescrupulosos; la oposición al gerenciamiento de la política; el respeto por la diversidad y la integración política a través de un movimiento que encarne lo mejor de nuestros partidos populares. Tenía una frase: vamos a llegar, por prepotencia de trabajo.

Federico Storani, en su entierro, rodeados de Falcon amenazantes y con la valiente e inolvidable compañía de Anselmo Marini, dijo: “Compañeros: se ha producido el primer ruido, no debemos bajar los brazos”.

Nadie los bajó...por eso hoy vivimos en democracia”. Sergio no hubiera claudicado. Por eso se lo extraña...



Tomado de: http://www.sacudon.com.ar

viernes, 9 de septiembre de 2011

Sin Balbín. Frente al ataúd (Juan Carlos Pugliese)



En estos momentos chocan en nuestros espíritus impresiones contradictorias. Al hacer uso de la palabra en nombre del comité de la Unión Cívica Radical de la provincia de Buenos Aires que, como también para Hipólito Yrigoyen, era su provincia amada, despido los restos de nuestro hermano, de nuestro amigo, de nuestro maestro, de nuestro jefe. Y digo jefe, no en la acepción de mando y subordinación, sino en la acepción que damos nosotros, a aquel de los amigos que sobresale entre los demás, a quien le reconocemos la superioridad de virtudes y llamamos cariñosamente jefe.

Por un lado, me embarga un sentimiento de honda congoja e íntimo dolor ante la desaparición física de Ricardo Balbín, con quien todos compartiéramos tantas horas, tantos días, tantos años de luchas y esperanzas. Y por otro lado, invade mi espíritu una sensación de serena placidez, casi diría reconfortado el ánimo en una melancólica alegría que produce el hecho de que en el momento supremo del tránsito definitivo del hombre que en el país fue llamado el eterno derrotado, alcance el objetivo máximo de su vida, como lo constituye el acercarse a la última morada en brazos del pueblo que tanto amó.

No somos nosotros en este momento quienes depositamos en este ataúd los elogios más elevados, no somos nosotros quienes usamos los grandes ditirambos. Son quienes no pertenecen a nuestras filas, muchos a quienes combatimos y nos combatieron ardorosamente, quienes han agotado los adjetivos laudatorios ante la desaparición de tan insigne personalidad como la de Ricardo Balbín.

Nosotros solamente queremos decir, con la brevedad necesaria de estos momentos, que es impensable la figura de Ricardo Balbín sin la Unión Cívica Radical, no es Balbín quien hace a la Unión Cívica Radical, sino la Unión Cívica Radical la que produce a Balbín, a su historia, su hondo contenido nacional, sus hondas pulsaciones humanas, su lucha por la justicia, su protección al desposeído, su prédica por la paz, el hombre puesto en el centro de las preocupaciones, consideró medios instrumentales a la economía, la educación y la salud pública. Este partido histórico, casi centenario ya, es el que con sus ideales nacionales produce cuantas veces sea necesario estos hombres que hoy glorificamos nosotros y glorifican también nuestros adversarios, transformados por la magia de la democracia en los amigos de la unión de los argentinos.

Esta fue la tarea que se impuso Ricardo Balbín al servicio de la Unión Cívica Radical y de su pueblo. Nadie puede temer, ni siquiera sospechar, mucho menos recelar que la Unión Cívica Radical abandona estas banderas porque haga un alto en el camino para rendir este acongojado homenaje. Ya lo dijo Balbín: “No importa quien lleve el palo, lo que importa es la bandera”.

Y ése es nuestro compromiso de honor. Balbín fue toda su vida un intransigente, un duro, en el mejor sentido de la palabra, porque no es duro solamente quien expresa dureza verbal, sino quien tiene la solidez de vivir de acuerdo con sus principios contra viento y marea, aun usando buenos modos, porque los buenos modos no ocultan ni disfrazan el coraje y la valentía para defender las ideas que ennoblecen una vida como la de Balbín. Y esta intransigencia y dureza se manifestó en sus años juveniles contra quienes pretendían cerrar a los hombres del pueblo y de las extracciones humildes, de nuestras grandes migraciones de principios de siglo, cerrarle la Universidad que la Reforma había abierto para que circulara por ella el aire fresco de la democracia, de la igualdad y del acceso a los conocimientos. Por eso fue un ardoroso reformista, un ardoroso luchador estudiantil y por eso recibió allí las primeras sanciones de su vida.

Luego debió luchar duramente contra las deformaciones de la voluntad popular, el aniquilamiento del sufragio para devolver al país el uso de su soberanía, de sus derechos conculcados, quizá a veces como medio para desconocerle las necesidades más primarias en beneficio de una minoría antinacional y antipopular. Siempre una conducta intransigente y dura. Electo legislador, renuncia a la banca porque sus principios le impiden entrar a una Legislatura por la vía de comicios manchados por los vicios del dolo y el fraude.

Y así continuó su lucha. Cunado creyó y creíamos honradamente que, por aquellas circunstancias de esta minoría oligárquica responsable, hubo una reacción popular que constituyó un gobierno que deformaba las esencias democráticas y que abusaba de su mayoría en detrimento de la minoría, lo combatió con dureza.. pero a medida que pasaron los años, un examen atento de la realidad argentina le permitió al pensamiento lúcido y claro de Balbín reconocer que esta división horizontal que estábamos realizando entre los sectores del pueblo, no tenía como beneficiario a la Unión Cívica Radical, sino a los herederos de aquellas pequeñas minorías oligárquicas que se iban transformando en una nueva oligarquía financiera con la misma capacidad y con menor brillantez de aquella oligarquía a la que habíamos combatido.

Cuando se advirtió que únicamente la unión de las fuerzas populares podía representar un frente suficientemente fuerte para derrotar a esta minoría en número, pero poderosa en recursos y vinculaciones con el exterior, es cuando Balbín se lanza, pagando todos los precios que fueran necesarios para buscar el camino de la unión. La Asamblea de la Civilidad, primero: La Hora del Pueblo, después, intentos que demostraron que existía en el país la posibilidad de sentarse a una mesa para hacer el examen de esta realidad argentina que angustiaba a los partidos populares y a nuestro pueblo a quienes representamos.

Así llegamos a esta última etapa en que Balbín paga otra vez los grandes precios políticos que pagan los grandes y avanza hacia el gran adversario para darle la mano. Y si una puerta del frente no está fácilmente abierta, en aras del país saltamos las tapias de atrás para obtener como beneficio la unión del país entero. Entonces, como dijo Balbín, el país se amigó abajo y hombres que no se hablaban comenzaron a hablarse. Aquella actitud que permitió incluso despedir los restos del “gran adversario” como los de un amigo, dio la base de sustentación para que este último acto de Ricardo Balbín propiciando la convocatoria a todo el país e integrando la multipartidaria que produjo un impacto más allá de nuestras propias especulaciones, señal de que habíamos acertado con el método y con el momento oportuno para producir la posibilidad de encontrar entre todos las mejores soluciones para el país.

Algunos intelectuales que siempre están al servicio de los que pueden pagar, que se llaman a veces a sí mismos filósofos, recuerdan de Balbín la etapa de su violentos discursos contra la deformación de los gobiernos que atentaban contra la democracia. Nunca le reprocharon ni le elogiaron la lucha contra el fraude de la oligarquía, pero dicen que del Balbín de los últimos años es mejor no hablar. Es lógico, porque aquellos que reniegan de un enorme sector de nuestro pueblo porque apoyaron a un régimen extraño a nuestros ideales puros, sobre nuestras concepciones democráticas, no hicieron contra ese régimen más que ir a la plaza a escuchar los discursos de Balbín. No perdona quien no ha sido agraviado, no se reconcilia quien no se ha peleado. Por eso nosotros nos podemos reconciliar en el país, porque con Balbín a la cabeza peleamos; porque con Balbín a la cabeza, nos agraviamos y en este momento ponemos la unión del país bajo la vocación de la fuerza espiritual de la Iglesia que nos llama a la reconciliación nacional y la reconciliación no pude hacerse más que con los contrarios. No la pueden hacer los pseudos filósofos que nunca salieron de sus casas, para enfrentar lo que nosotros enfrentamos y cuando lo enfrentaron era porque estaban heridos sus intereses económicos y no su pensamiento cristiano de defensa de las libertades políticas.

Por eso, cuando nosotros estuvimos en el gobierno, las libertades políticas fueron respetadas. Ni un solo día de estado de sitio y sin embargo, el país creció en porcentaje nunca alcanzado hasta ese momento. Con libertad, nadie pudo quejarse de que hubiera un solo preso político, de que hubiera alguien que no pudiera expresar su voluntad. Sin embargo, ese gobierno que no pudo ser acusado de demagogo, que no pudo ser acusado de populista, ni de facilista, ni de voluntarista, que no pudo ser acusado de corrupto porque la honradez de sus hombres brillaba sin necesidad de elogios ni de palabras, también ese gobierno fue desalojado, por lo que tendremos que advertir que hay una constante que no es entre gobiernos militares fuertes y gobiernos civiles débiles, sino que hay una constante entre gobiernos defensores de los intereses populares y minorías que, desgraciadamente, manejan los oídos de nuestras Fuerzas Armadas e impiden hasta aquí que ellas con nosotros se unan porque las queremos, porque no las consideramos una circunstancia, porque son las Fuerzas Armadas de nuestros país, porque estamos con ellas en la defensa de los intereses nacionales y de la soberanía, ya sea del territorio o de la riqueza nacional, porque queremos bajo la vocación de la Iglesia que se incorporen a esta unión nacional las fuerzas de nuestras armas, que todos pagamos para que en el país se haga el sueño de Balbín: un gobierno del pueblo, para el pueblo y con la defensa de la fuerza necesaria para no ser desalojado por las minorías inquietas que han renunciado al sufragio, porque son capaces de ofrecer una alternativa al pueblo capaz de ser votada mayoritariamente.

Ese es el trabajo de Balbín. Nadie nos lo va a arrebatar, nadie usará a Balbín contra la Unión Cívica Radical. No es Balbín el interlocutor válido que se va y no quedan en este partido interlocutores. La unión Cívica Radical tiene 90 años y en su transcurso perdió líderes de la magnitud de Ricardo Balbín y seguimos andando los caminos de la historia nacional. Hace pocos días, cuando estábamos alimentando el sueño de que el viejo jefe peleara hasta el final y saliera adelante del mal que lo aquejaba, su hijo Osvaldo me dijo que en los últimos momentos de lucidez, le había dicho: “¡Qué lástima, ahora que falta tanto por hacer!”. Este es el mensaje, radicales y hombres del pueblo argentino. Falta mucho por hacer.

Falta completar esta obra a la que han apuntado los cañones desde todas las direcciones, porque este impacto multipartidario hizo salir a la superficie trabajos políticos que se estaban armando y tuvieron que mostrarse al país con esa orfandad de ideas que los caracteriza y con el cinismo de imputarle a los demás carecer de las ideas que ellos no tienen ni le pueden ofrecer al país.

Señoras, señores. No hemos necesitado esta tarde, en nombre del radicalismo de Buenos Aires, recurrir a la hipérbole. No hemos necesitado agotar los adjetivos de nuestro rico idioma nacional, hemos simplemente relatado brevemente una pequeña historia que tiene que hacer reflexionar a los argentinos. No lloramos a este muerto ilustre que nos deja tantas cosas, que nos deja tantos ejemplos, que nos enorgullece y nos llenan de vanidad los elogios que escuchamos de los hombres que enfrentó. Que hermosa vida la del que comienza peleando y termina reconciliado con sus más tenaces adversarios, sin un enemigo, rodeado de amigos y habiendo podido cumplir esta síntesis humana de ser un joven ardoroso, un hermano solidario y orgulloso de sus hijos, un abuelo chocho con sus nietos. Un hombre de esta naturaleza humana, que no tuvo más que familia y vocación política para el pueblo, que debe haber asistido a cuatro o cinco recepciones en su vida, que no gozó de ninguno de los placeres, ni los quiso, que la vida podía darle a los hombres que alcanzan su posición. Este gran ejemplo de este gran tribuno, de este gran demócrata, de esta gran figura, no es solamente un ejemplo, es una orden que nos viene de ahí para que nosotros la cumplamos.

Y si estas banderas no reciben de nosotros los máximos esfuerzos y sacrificios, seremos traidores a la causa del pueblo. Yo digo aquí que no tenemos pasta de traidores y puede dormir tranquilo nuestro hermano, nuestro amigo, nuestro maestro, nuestro jefe, que la lección ha sido aprendida. La juventud enriquece nuestras filas y hoy levanta banderas en torno de su ataúd, banderas que llevarán recorriendo todos los caminos del país, en triunfo, como ya se está anunciando, con la guitarra que él pulsó transformada en estridente clarín de victoria.



Discurso del presidente del Comité de la provincia de Buenos Aires de la U.C.R. al despedir los restos de Ricardo Balbín, en el cementerio de La Plata, el 11 de septiembre de 1981. Trascripción de Correligionario Merlo del libro “Balbín Un Caudillo, un ideal” Editorial Abril. Coordinación de edición Carlos Quirós.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Despedida a Mario Abel Amaya por Raúl Alfonsín



…Venimos a despedir a un amigo entrañable… Un amigo valiente que no sabía de cobardías. Un amigo altruista que no conocía el egoísmo. Un hombre cabal, de extraordinaria dimensión humana, encerrada en un cuerpo de salud precaria. Pero venimos también a despedir a un distinguido correligionario, a un hombre radical, a un hombre de la democracia, que no la veía constreñida a las formalidades solamente, sino que la vitalizaba a través de la participación del pueblo para poner el acento en los aspectos integrales, en los aspectos sociales.



Y venimos también –agregó el Dr. Alfonsín- a despedir a un hombre calumniado, infamemente calumniado, juntamente con otro correligionario que está sufriendo una cárcel que nadie se explica: Hipólito Solari Yrigoyen. Se pretende tergiversar el sentido de la lucha de estos dos extraordinarios correligionarios, cuyo único pecado es pretender solucionar los problemas de los desposeídos, cuyo único pecado es sostener con Yrigoyen la defensa del patrimonio nacional…



Ruego a Dios que haga que el alma de Mario Abel Amaya descanse en paz. Ruego a Dios que permita sacarnos cuanto antes de esta pesadilla, de esta sangre, de este dolor, de esta muerte, para que se abran los cielos de nuevo; que en algún momento podamos venir todos juntos a esta tumba con aquellos recuerdos agridulces y recordar el esfuerzo del amigo y poder decirle que se realizó, que dio por fin sus frutos.



Raúl Alfonsín, 1976



Tomado de Enrique, Pereira (2007). «Amaya, Mario Abel», en Diccionario Radical, post del 21 de septiembre de 2007.

domingo, 3 de julio de 2011

El Romance Elegíaco: En la muerte de Hipólito Yrigoyen - Arturo Capdevila


Visión de la patria mustia:
De guardia a su puerta el pueblo.
Que está agonizando, dicen,
Aquel titánico pecho.
Como señal de verdad,
Grises, nublados los cielos;
El aire, sabor de llanto;
Y la luz, color de duelo.
Que está agonizando, dicen,
Aquel titánico pecho…
Y en eso que entró la noche,
Susurro que avisa: Ha muerto.

Pasó un frío por las frentes,
Un frío de gran misterio.
Cerraron las mudas puertas,
Arriba el balcón abrieron.
Dijo una voz:
- ¡Argentinos!
En este momento ha muerto.
Pasó un frío por las almas;
Fue como un frío de acero.
Canción de patria se oyó.
Después enorme silencio.
¡Era caído el titán
Entre los brazos del pueblo!

Luego, como si llorase,
Estuvo el cielo lloviendo
Aciaga llovizna triste:
Llanto funerario y lento.

Visión de la Patria en vela:
Por toda la noche el pueblo
Volando la oscura calle
Con cirios de un fuego trémulo.
Al filo de medianoche,
Llamas de antorchas al viento.
Gente de hinojos orando
Y el Himno como otro rezo.
No sólo rezan por él;
También por cívicos duelos
En la procesión de sombras
Llorada de cirios trémulos.
El cielo bajó a la tierra;
A la tierra bajó el cielo:
Que así parecen estrellas
Las luces de aquel misterio.
Y una dulce niña rubia
-marfil el rostro sereno,
azules de amor los ojos,
hebras de oro su cabello-
Entre las sombras avanza.
El paso callado y lento
Como viajera sonámbula
Por los confines de un sueño.
Temblando brilla una lágrima,
Temblando en sus ojos buenos.
Todos le abrían camino;
Todos camino le abrieron:
Y pensaban: Es la Patria
Que va llorando a su muerto…
Visión de la Patria en vela:
Cirios y hachones al viento.

Visión de la Patria en marcha.
Por todas partes el pueblo.
Río sin igual la calle,
Cosa sin nombre el cortejo.
Como en barca funeraria,
Como en una barca el muerto.
Ritual egipcio parece
Del sagrado Egipto viejo:
Que el ataúd en que duerme
En hombros lo lleva el pueblo;
En hombros para mecerle,
Para irle meciendo el sueño,
Bien como en barca que flota
Sobre las olas del tiempo.
Visión de la Patria en marcha:
Por todas partes el pueblo.

Sobre las olas humanas
Flota la barca del féretro
Y están vestidos de luto
Sobre la ciudad los cielos.
Así marchan, así marchan
Los soldados de ese ejército
Que hacia la historia caminan
Ya con la gloria del muerto.
No doblan campanas, no,
Ni bate el tambor los ecos.
Corazones, corazones,
Éstos solos van haciendo
De tambores funerarios
Y bronce que toca a muerto.

Por la calle del Callao
Ya quiere entrar el cortejo,
Y el río se vuelve mar
Por la Plaza del Congreso.
¡quién te ha visto y quién te ve,
Plaza de aquel 6 funesto!
Por la calle del Callao
Ya va pasando el cortejo.

Batallones, batallones,
Regimientos, regimientos,
Así fueran ciento y mil,
No formaran este inmenso
Desfile de eternidad,
Que a sus solas forma el pueblo.
Por la calle del Callao
Pasa que pasa el cortejo
Se enluta en crepón el día
Y el himno cantan por rezo.
De esta suerte va pasando
Aquella barca del féretro,
Entre una lluvia de flores
Y un tremolar de pañuelos.

Adios, Señor, que ya vais
Descansando de empeño
de haber soñado grandezas
entre los hombres pequeños.
¡Alza, pueblo! Así dijisteis.
Yo te llevaré muy lejos.
Quiero que se cumplan todas
Las promesas que te hicieron,
Y se te den como mandan
Cien sagrados testamentos,
Las cosas que te legaron
Rivadavias y Morenos…
¡Ay Hipólito Yrigoyen,
De haberlo hecho fuisteis reo!...
Señor de Martín García…
Libertador prisionero…

Y el pueblo lo va llevando;
Y el Himno es salmodía y rezo.
Después se apagan las voces,
Después se callan los pechos;
Y el ataúd pasa entonces,
Entre abismos de silencio,
Bajo ese llover de flores
Y aquel nevar de pañuelos.

Adios, Señor, que ya vais
Soñando el último sueño;
Con la Patria lo soñais
Entre laureles perpetuos.
Se acabaron mezquindades
Y acabóse al fin el pleito;
Aquel pleito que os movían
Los oscuros leguleyos,
Los que decían a coro
- ¡esos alborotapueblos!

Que buen alcalde no fuisteis,
Que mejor lo fueron ellos…
Por eso os movían pleito,
Porque os querían alcalde,
Y Dios no os puso para eso,
Sino por centella viva
Y relámpago del cielo.
El destino que cumplisteis,
De una vez decirlo quiero.
Dios os puso por segura
Señal entre los senderos,
Por tiempo de encrucijada
Sobre la cruz de los tiempos.
Entre naciones en llamas
Pasó con vos este pueblo,
Y en el incendio del mundo
Fue respetado del fuego:
Que así soñabais concordias
Para futuros excelsos,
Pastor de las muchedumbres
Y albacea ante los pueblos
De las cosas que legaron
Rivadavias y Morenos.

Y el ataúd va pasando,
-aquella barca del féretro-
Entre una lluvia de flores
Y un tremolar de pañuelos.

Adios, Señor, que ya vais
Descansando en sueño yerto
De tantos duros agravios
Duros agravios protervos…
Todos los muertos que duermen,
Duermen bien como los muertos,
Con los dos ojos cerrados
En la gran paz de su sueño.
Vos no durmáis como duermen
Su sueño postrer los muertos,
Señor de Martín García
Libertador prisionero…
¡Dormidlo con un solo ojo,
El otro ojo quede abierto,
Para que nadie se atreva
Con el Libro de los Sellos,
Con el Arca de la Alianza,
Con la libertad del pueblo!

Forjadores de cadenas,
Cadenas le prometieron.
Se la quieren ajustar
Sobre los flancos sangrientos…
¡Vos no durmáis como duermen
Su sueño postrer los muertos!

Y el ataúd va llegando
Sobre los hombros del pueblo
Hasta el frío de la fría
Nieve del último lecho.
¡Caed, postrimeras flores!
¡Volad, postreros pañuelos!

Y ahora oíd, ciudadanos,
El mandato de este verso:
Altar de la Democracia,
La casa donde él ha muerto;
Y allá al frente, donde veis
El cabal espacio abierto,
Su monumento mañana,
Todo de mármol eterno:
Un espanto de tiranos
Y una redención de pueblos!


Poema completo trascripto por Correligionario Merlo del libro Musa Civica de Arturo Capdevila. Impreso En 1951.

sábado, 25 de junio de 2011

Excelentísimo señor Vicepresidente de la Nación, doctor Pelagio B. Luna. (Dr. Arturo de la Vega)


“La parca inexorable, que nada respeta y todo lo arremete con su violencia furiosa, acaba de arrebatarnos del seno de la patria a uno de sus hijos mas predilectos, a un invicto y preclaro ciudadano, el Excelentísimo señor Vicepresidente de la Nación, doctor Pelagio B. Luna.”

“El espíritu humano, en sus recogimientos más íntimos, se subleva ante el rigor de las leyes de la naturaleza, y ante la fatalidad y lo irremediable, no puede menos que estallar en una protesta solemne, elocuente y sublime, como blasfemando contra estos designios tan injustos de la Providencia.”

“Pero ¿qué vale la materia ante la inmortalidad de la psiquis?...”

“Señores: el doctor Pelagio B. Luna no ha muerto. Vivirá eternamente en la memoria de todos los argentinos y también de los extranjeros, porque ha tiempo ya que su nombre ha sido grabado con signos indelebles en las páginas de oro del gran libro de la gratitud nacional, como uno de los benefactores más sacrificados por el progreso y bienestar de la patria, como uno de los propulsores más esforzados de las instituciones libres y como uno de los exponentes más elevados de la energía moral en la lucha incesante por el porvenir de las generaciones presentes y venideras.”

“Descendiente de noble estirpe, de familia patricia, supo engrandecer los prestigios de su apellido con una vida austera y ejemplar, en virtudes cívicas y en carácter.”

“En las aulas de la facultad de derecho de la universidad de Buenos Aires se impuso desde los primeros años por su talento e ilustración.”

“Egresado con el título de doctor en Derecho y Ciencias Sociales muy joven, regresó a su provincia, donde su estudio jurídico se destacó como mejor ante sus comprovincianos.”

“Dictó con probada eficiencia la cátedra de Literatura en el Colegio Nacional.”

“En la judicatura desempeñó los principales cargos, desde juez hasta vocal del Superior Tribunal, puestos a los que fue llevado para honor y bien de esta Provincia.”

“Siempre las tareas más difíciles le han sido encomendadas por lo gobiernos pasados a pesar de sus ideas políticas contrarias, porque el doctor Luna para La Rioja era su padre tutelar, consejero del gobierno en las cuestiones arduas de interés colectivo, y consejero del pueblo.”

“Así, representó a la Provincia en sus litigios de límites territoriales con las demás, y cada vez que se trataba de hacer ahí estaba de hacer un bien a la sociedad, ahí estaba el doctor Luna dispuesto a los mayores sacrificios, con tal de ser útil a sus comprovincianos, con una elevación de miras que ha sido proverbial en su persona.”

“Practicaba el culto del bien a los demás, con la misma religiosidad que al Dios de sus sentimientos más íntimos, y en obsequio a ello jamás reconoció obstáculos ni dificultades.”
“Desde el más rico que habita su mansión opulenta hasta el más pobre y humilde que mora en su choza o rancho azotado por el vendaval, han recibido sus servicios y sus consejos, encontrando siempre en él un benefactor gratuito y desinteresado. A todos ha hecho el bien. A ninguno ha hecho mal.”

“No habrá riojano, por más degenerado que sea en sus pasiones, capaz de contradecir esta afirmación que es, en realidad, axiomática.”

“Siempre el desvalido encontraba en él su mano generosa para aliviarse de la miseria y el potentado, al jurisconsulto íntegro, consumado y capaz para defender sus intereses, apartarlo del error y endilgarle por el recto sendero de la verdad.”

“Desde que el radicalismo empezó a bosquejarse en los horizontes del país, desde sus primeros albores, el doctor Pelagio Luna se alistó voluntariamente en sus filas y abrazó la bandera del Parque con el fervor de un convencido y con las esperanzas de un visionario.”

“La idea mater del radicalismo irradió su cerebro lo mismo que los primeros rayos del astro rey destellan primero sobre las altas cumbres, para después derramarse sobre las dilatadas llanuras.”
“Con el estoicismo y la energía de un predestinado, predicó su credo político ante el descreimiento de propios y extraños en las épocas más rudas y positivistas del régimen pasado, haciendo abstracción de toda clase de peligros, como un cruzado de la libertad, como un caballero andante medieval, escudado en su fe y en la austeridad de sus principios.”

“De un extremo a otro de la provincia se cruzó haciendo por su palabra cálida y convincente; y hasta en el último rincón de la montaña era conocido, querido e idolatrado, porque nació para hacerse querer, era un talismán que atraía todas las voluntades. Su verbo de redención a todos convertía.”

“De cualidades indiscutibles de caballero íntegro, la aureola de su honradez y dignidad imponía; y las sospechas maliciosas de sus enemigos más empedernidos, se estrellaban ante las virtudes de hombre ejemplar.”
“Como hombre superior supo darse perfecta cuenta del porvenir de la patria y en homenaje y holocausto a ella, dedicó los mejores años de su vida, sus sacrificios, sus desvelos, el calor de su juventud y su experiencia de estadista, hasta lograr fundar la Unión Cívica Radical en esta provincia y hacerla una fuerza incontrastable y preponderante.”

“Como eximio conductor de muchedumbres, consiguió llevar al partido al éxito más de una vez; y aunque el triunfo le era arrebatado y desconocido por las fracciones contrarias, nunca desmayó ni un momento; siempre se mantuvo firme y luchaba cada día con más tesón, con más entereza, con la paciencia de un misionero.”

“Radical de aristas bien definidas e inconfundibles, de conciencia y de convicciones, practicaba lo que predicaba, alentaba con su ejemplo y su palabra, sosteniendo bien alto el pendón del partido, no defeccionando nunca, ni aún en las mayores adversidades.”

“Enalteció a la juventud honesta, fuerte y capaz y la encaminó por el sendero de la dignidad cívica, librándola de la corrupción de las épocas más crudas del achatamiento político y moral.”

“Ese es el hombre que se va; el que templó su individualidad y la de su agrupación en el crisol de los más nobles renunciamientos, de los mayores esfuerzos y de las más ponderables virtudes; el que admirando en silencio de su pueblo la montaña pétrea y dura que se levanta ante nuestra vista y la dilatada llanura que tranquila se extiende a sus ies,llegó a armonizar en la culminación más pura de su espíritu los ideales más amplios y elevados con las manifestaciones más férreas de su energía moral; el esforzado paladín de las libertades públicas, que con la fe y la seguridad de un visionario, supo conducir a la democracia argentina, con otros prohombres del partido, hacia la realización de sus más nobles aspiraciones y hacia el perfeccionamiento de sus más preciados atributos.”

“El nombre del doctor Pelagio B. Luna atravesó bien pronto los límites de la Provincia y su prestigio flotaba en la conciencia nacional; no hizo escalas en su vida política y como un privilegiado del destino, se levantó de un solo vuelo como las águilas para ocupar la segunda magistratura de la República.”

“Los próceres de Mayo con su espada y con su sangre nos dieron patria, libertad exterior. Los varones de la nueva era como el doctor Luna, Alem, del Valle y otros, con su pluma vibrante, con su patriotismo y con su verbo, han completado esa obra ciclópea, dándonos libertad política, instituciones libres y democracia de verdad, y por consiguiente, la definición de nuestra nacionalidad.”

“La muerte de este ínclito ciudadano es una gran pérdida nacional, que nunca acabará de ser llorada, máxime en las actuales circunstancias, en que el avance borrascoso de las ideas anárquicas amenazan nublar el cielo de la patria.”

“El doctor Luna, como buen organizador, era uno de los capaces de despejarlo, haciendo un gesto de repúblico, porque tenía toda la contextura del verdadero hombre de Estado.”
“Queda su nombre inmaculado como un símbolo tradicional de energías y de altiveces ciudadanas; y ha de tremolar een el ambiente nacional como un emblema de virtudes cívicas, de carácter y de intelectualidad, para honor del país y para ejemplo e inspiraciones de las generaciones futuras.”

“En la cruzada de la reparación y en la cima de la evolución política argentina, su imagen ha de perdurar como el cristo de la redención institucional.”


“Vuelve a descansar eternamente en el silencio de la aldea desde la cual partió, al pie de la montaña que lo vio nacer y la que ha de servir de marco a su sepulcro y a la ciudad de sus ensueños.”


“Doctor Pelagio B. Luna: en nombre de la Unión Cívica Radical de la provincia de La Rioja vengo a daros el postrer adiós, derramando sobre tu tumba las flores más preciosas de nuestra existencia, impregnadas de las lágrimas y del dolor que tu desaparición nos ha causado, para que formen la corona que ha de cubrir tus sienes en tu marcha ascensional hacia lo infinito.”

Justificar a ambos ladosExtraído del libro editado por el Ministerio del Interior “Dr. Pelagio B. Luna Vicepresidente de la Nación 1916-1919 In memoriam”, Buenos Aires, 1920, págs. 125/12. Foto procesada por Alan Pavón y Correligionario Merlo.
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