sábado, 10 de septiembre de 2011

Sergio Karakachoff (Julio Fernandez Cortés)




Muchos de su tiempo no comprendían cómo era radical, y no entendían cómo hacía para seguir siéndolo. “Reafirmando la vocación humanística y defendiendo las ideas con dignidad militante, recuperaremos la condición de intérpretes de las mayorías. De lo contrario, el radicalismo morirá”. Así escribía, en noviembre de 1971, en el periódico “En Lucha”.



Lo asesinó el terrorismo de Estado. Su recuerdo y su vigencia conceptual no residen en este hecho. Fue ejemplo de militancia: siempre dispuesto, creativo y lúcido a la hora de definirse. Pero, también, un visionario para su tiempo.

Cuando se pregonaba el antiperonismo, cuando muchos convocaban a los militares, cuando el sector financiero se ensañaba con las mayorías populares y socavaba el tejido social, cuando la tentación por las armas se expresaba a flor de piel; en un momento como ése, el Ruso buscaba los denominadores comunes entre las fuerzas populares. Hoy, se asquearía viendo a estos mercernarios del clientelismo que se la pasan traicionando las banderas de la justicia social.

Trabajó codo a codo con dirigentes sindicales y políticos del peronismo. Recuerdo a Raimundo Ongaro, a quienes dirigían el gremio de Farmacia en la Plata y a los del sindicato de Sanidad, fuertemente comprometidos en la lucha contra la dictadura de Onganía y cía y con las banderas populares del justicialismo que tanto traicionan estos sátrapas que hoy dicen representarlas.

Enfrentó y lo pagó con su vida a las patotas sindicales y políticas del peronismo que – cuando llegó la dictadura y antes con la Triple y la CNU - fueron socios de los asesinos. Los mismos que, cuando llegó la democracia, se negaron a integrar la CONADEP y después, pasados lo años se encargaron de cazar leones en el Zoológico, descolgando cuadros de los genocidas...

Defendía la Democracia y los Derechos Humanos, denunciaba al terrorismo de Estado y era abogado de trabajadores y presos políticos. Enfrentó a la dirigencia partidaria peleando por una militancia juvenil comprometida, impregnada de sentido común y en la calle. No de mate y Comité.

Los ideales son los que dan medida de la entrega, del esfuerzo. Son los que no aceptan la claudicación ni el desfallecimiento y permiten tomar distancia de fracasos, si se los considera desde el punto de vista del resultado inmediato, porque son el fundamento de todas las luchas.

La militancia de Sergio dejó huellas que, a través de los años, se convirtieron en un ejemplo a seguir para el crecimiento de las organizaciones que ayudó a construir. Era el que impulsaba el debate constante. Los que crecíamos a su lado aprendíamos que el compromiso era total y para siempre. Aprendimos que la militancia no deja premios personales, que no se la debe entender como un pasatiempo, que no permite apetencias individuales sino el trabajo conjunto y desinteresado para cambiar la realidad.

No era pragmático. Prefería mil veces a un idealista. Los idealistas luchan sin respiro para encontrar respuestas a las aspiraciones del pueblo. Es difícil calcular matemáticamente cuánto de esfuerzo significa la militancia. Pero mucho más lo es imaginar a un timorato, oportunista y entregado a vivir feliz y con la conciencia tranquila mientras su pueblo sufre. Allí nace el compromiso.

Sergio sintió desde siempre ese compromiso y lo asumió. Con sus mejores armas: su aguda inteligencia y su férrea capacidad militante. Compartía nuestra ideología, nos formó en la necesidad de la organización, de la discusión colectiva y aportaba para enriquecerla.

A su lado creció una generación de jóvenes que asumió como herramienta fundamental de su acción al debate, la participación y el consecuente protagonismo. No había necesidad de buscar a Sergio, lo encontrabas en cuanta tribuna se levantara contra la dictadura.

La política, se nos ha dicho muchas veces, despierta las más variadas pasiones. Las más puras y las más impuras. Pero es la que nos ofrece la posibilidad de rodearnos de las más altas dosis de idealismo. Porque aun cuando la realidad nos demuestra racionalmente lo dificultoso de la tarea, el militante seguirá adelante en su camino, sin más armas que su convicciones para transformarla.

Muchas veces también, nos dijeron que no se podía pretender más que lo posible. Hubo quienes lo aceptaron. Sergio decía que si soñamos con una Argentina mejor, no debemos querer solamente lo posible sino, fundamentalmente, luchar para hacer posible lo que queremos y lo que creemos. Hay que agregarle imaginación a lo posible, la creatividad, el ensueño, la originalidad, la decisión y el coraje que son esenciales al espíritu militante e imprescindibles para que los sueños se hagan realidad.

Sergio Karakachoff sabía para qué vivía y también sabía por qué moría. Este no es un simple consuelo; es la reafirmación de que vale la pena correr el riesgo cuando hay un profundo convencimiento. Su vida ejemplar como militante del radicalismo es la que debe perdurar en nuestra memoria. Su voz en las asambleas, su palabra en las reuniones es la que se seguirá oyendo mientras viva un militante de la Juventud Radical.

Tuvo la rebeldía necesaria para resistir el autoritarismo y la violencia. Supo recrear la perseverancia suficiente para servir de inspiración al discurso progresista del Radicalismo del ´83. Supo hacerse de la paciencia que reclama la acción política, y aún más en una época como la que le tocó vivir. Eligió su camino, y fue consecuente hasta el final.

Si estuviera entre nosotros su lucha sería la misma: por los que menos tienen; la liberación del yugo de los especuladores inescrupulosos; la oposición al gerenciamiento de la política; el respeto por la diversidad y la integración política a través de un movimiento que encarne lo mejor de nuestros partidos populares. Tenía una frase: vamos a llegar, por prepotencia de trabajo.

Federico Storani, en su entierro, rodeados de Falcon amenazantes y con la valiente e inolvidable compañía de Anselmo Marini, dijo: “Compañeros: se ha producido el primer ruido, no debemos bajar los brazos”.

Nadie los bajó...por eso hoy vivimos en democracia”. Sergio no hubiera claudicado. Por eso se lo extraña...



Tomado de: http://www.sacudon.com.ar

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