jueves, 19 de noviembre de 2009

Hipólito Yrigoyen, Funerales de Epopeya (Ricardo Rojas)


“El azar ha querido que al morir Hipólito Yrigoyen, me invistieran de su representación las diversas regiones del interior argentino, como si para oír su voz en el ágora metropolitana del sepelio, buscaran el acorde de la patria común las diversas tonadas de nuestro federalismo, que hallaron al fin en aquel gran caudillo porteño, al forjador de la nueva unidad nacional, no como antes por pactos de Estados, sino por hermandad de corazones en la solidaria empresa de un mismo ideal político.
Éstos son funerales de epopeya y todo ha de tener aquí el temple del prócer y de su pueblo. Si “la bandera de nuestra libertad civil” está enlutada, lo está por su muerte; pero también por la muerte de las libertades argentinas. No hemos venido aquí para argumentar el panegírico, ni para litigar con los que pretenden tasarle la fama en centímetros de necrología o en burocráticos distingos de honores. No se trata aquí de “honores”, sino de honor. Tramiten ellos su papelería, mientras él entra en la inmortalidad, que es el amor del pueblo a quien tanto sirvió. Han estado estos tres años mordiéndolo con saña para deshacerlo, y aún no saben que mordían un bronce. Muchas veces en el curso de su larga existencia, lo coronó con sus palmas la victoria, pero faltaba le a Yrigoyen la corona de zarzas del dolor injusto, y ésta llegó para su frente en la hora de la ancianidad, tornando más conmovedora su silueta de apóstol.
Ha entrado en la inmortalidad; y al transponer el río de la muerte, que imaginaban los antiguos sobre la pradera de Asfódelos en que vagan los manes, se adelantarán los fundadores de la patria para recibirlo.”

Ricardo Rojas
Funeral de Don Hipólito Yrigoyen, 6 de julio de 1933

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